Nazanin Armanian

Para el diario Publico

Cuatro años más para la facción militarista de la República Islámica, una teocracia sin partidos políticos, en la que  distintas facciones suelen sellar el balance de sus fuerzas, a través de unas opacas elecciones regulares. El dirigente supremo, Alí Jamenei, principal respaldo de  Ahmadineyad, así acaba con la única posibilidad de paliar la crisis de confianza de amplios sectores de los ciudadanos hacia el régimen, y abre un preocupante periodo de desestabilización que amenaza la integridad territorial del país. Hasehmi Rafsenyani, el rival de Jameni y el padrino de Musavi, días antes en una carta abierta dirigida al máximo líder le había advertido de que ignorar la petición pacifica de los cuidadnos a un cambio, pondría en peligro la propia existencia de la República Islámica. Jamenei le desoyó. Negaron la solicitud de los representantes de los candidatos para estar presentes en el recuento de los votos, y acusaron a las principales personalidades políticas y académicas del cuartel de Musavi de organizar una revolución de terciopelo y estar al servicio de los enemigos. Luz verde para masivas detenciones, ya en marcha.
Mientras, Musavi advierte que tirará de la manta, poniendo el dedo donde más puede doler a Ahmadineyad: cuestionar su espiritualidad y su honestidad, al pedirle las cuentas de los mil millones de dólares procedentes de venta de petróleo, en una economía en bancarrota absoluta. Netanyahu celebra la victoria de Ahmadineyad: se aleja un acercamiento entre EEUU e Irán; podrá seguir demonizándole, y reclutar la opinión publica internacional a favor de una agresión militar contra la potencia rival.