Nazanin Armanian
Para el diario Publcio
Decía Marx, en “18 brumario de Luis Bonaparte” que los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, dos veces, una vez como tragedia y la otra como farsa. Salvadas las diferencias, aquel francés y Ahamdineyad comparten técnicas de gobernar y además se apoyan en la misma base social, con la diferencia de que el iraní aun está a tiempo para escribir el final de su historia. O no. Las singularidades de la teocracia que domina Irán desde 1979, deja en papel mojado las experiencias de las transiciones de Sudáfrica, Chile o España, que exigían acuerdos entre los grupos fácticos y reales alojados en el poder. El sistema electoral de la Republica Islámica (RI) impide el traslado del poder de un grupo a otro. La crisis al que se enfrenta Irán hoy es el resultado de dos conflictos principales: el choque entre las instituciones de un sistema político basado en el Califato, contra los órganos que los ayatolás adoptaron de los sistemas representativas, como la Republica; pues, bajo la presión de millones de personas que habían derrocado la monarquía y exigían una república, tuvieron que cambiar su plan de instaurar un Estado Islámico a una República Islámica. Así, la institución no electa de Welayat Faghih, Líder religioso (figura inexistente en corrientes no chiitas del Islam), hoy representada por Alí Jamenei, concentra prácticamente todos los poderes que tenía el Sha: el militar, el político, el legislativo y el jurídico-, además de facultad de vetar las decisiones de los representantes del pueblo. Hasta estas elecciones, las familias de la RI, en un teatro electoral, presentaban como candidatos a hombres, chiitas y fieles al Líder (excluidos los no creyentes, ateos, minorías religiosas y las mujeres), y éste entregaba el ejecutivo a uno de ellos. Sin embargo, y allí el segundo conflicto, el pulso entre dos pesos pesados de esta teocracia, Jamenei y Rafsenjani, ha llegado a tal punto que uno debe eliminar al otro, cumpliendo la profecía de que “dos reyes no caben en un mismo reino”. Tensión acumulada desde las elecciones del 2005, cuando Rafsenjani, candidato favorito en las encuestas, perdió en favor de un desconocido Ahmadineyad, a través de un escandaloso fraude electoral. Los ciudadanos ya acostumbrados a estas luchas, no derramaron ni una lágrima por quien es la encarnación de la corrupción por excelencia. Hoy, la situación es otra: el paro, la inflación, las tensiones en la política exterior, la dura represión sobre las minorías religiosas y étnicas, las molestias de las patrullas del moral religioso, y la falta de perspectiva para salir de esta situación, han llevado a la sociedad al borde de tal colapso, por lo que, los reformista decidieron volver a probar sus suerte para salvar a la RI de un estallido, culpando a Ahmadineyad-Jamenei de la situación. Por lo que Mohammad Jatami se presentó como candidato, para semanas después renunciar, al parecer por las presiones del Líder. Luego junto con Rafsenjani apoyó al ex ministro Musavi, con el fin de crear un amplio frente de “no más Ahmadineyad”, quién tenía la intención de cambiar la Constitución para poder disputar infinitos mandatos. Las acusaciones abiertas de corrupción por Musavi hacia Ahmadineyad, demostraba que los reformistas iban en serio. Fue cuando gran parte de los cuidadnos decidió apoyarle. Que a pesar de una sin precedente participación, saliera Amadineyad de la urnas, significaba que por tercera vez el núcleo duro de la RI impedía una salida pacífica a la crisis. La primera vez fue en 1996, al rechazar un referéndum para separar la religión del Estado, y la segunda, cuando pusieron fin a la ficción de la “democracia religiosa” promovida por el presidente Jantemi (1997-2005). Hoy, el lema “donde está mi voto”, además de la denuncia de un fraude chapuza, es la expresión de la conciencia de ciudadanos que se niegan que haya figuras “incuestionables” y por encima de la ley en la República Islámica, que ignore sus votos.
Con el apoyo del Líder a Ahamdineyad no solo se cierran las vías de una salida pacífica a la crisis, sino que Jamenei cometió un grave error: ha enlazado su destino con el de su protegido.
Las fisuras se profundizan. El peligro de un enfrentamiento civil aumenta. Pues, los privilegios que gozan varios millones de integrantes de los cuerpos paramilitares, – como entrar en la universidad sin pasar por la selectividad o convertirse en funcionarios sin aprobar las oposiciones, sueldos atractivos, etc.– dificultan una renuncia voluntaria por parte de ellos, por lo que lucharan con capa y espada hasta el final. Jamenei pretende hacer tiempo, cansando a los manifestantes, o acusarles de provocar disturbios para declarar Estado de sitio, y emprender masivas detecciones y ejecuciones. Hay temor de que atenten contra la vida de los ladres del movimiento, como se hizo a Binzair Buthoo en Pakistán.
Jamenei ha responsabilizado a Musavi del derramamiento de sangre, lo que se ha interpretado como dar luz verde a los militares para que castiguen sin piedad a los protestantes. Muchos detenidos han sido obligados a confesar – tras recibir duras torturas-, ante las cámaras de haber quemado edificios públicos por órdenes de la CIA y Mossad (años atrás también incluían a la KGB). Truco que la RI viene utilizando desde su nacimiento para desacreditar y luego ejecutar –por traición al Islam-, a sus adversarios.
Aun están a tiempo: convoquen nuevas elecciones con garantías y en presencia de observadores…el tempo se agota, la paz se aleja, y los enemigos de Irán se preparan para pescar de las aguas revueltas.