Nazanin Armanian
Publico.es
Iba a ser el “último acto de redención” en la guerra contra el terror de EEUU, la promesa electoral de un Barack Obama que en 2012 acusaba a Mitt Romney de carecer de un calendario para llevar a casa a las tropas de Afganistán. Ahora, el presidente estadounidense pretende mantener en este país a unos 16.000 soldados de forma oficial, y no se sabe cuántos miles más bajo otros nombres y cometidos , y prolongar aún más lo que ha sido la guerra más larga del país. Definitivamente, Obama padece lo que los griegos llamaban akrasia, debilidad de la voluntad.
El nuevo presidente del país invadido y ocupado deberá legalizar el estatus de colonia que Washington le ha preparado. Ni el supuesto asesinato de Bin Laden en Pakistán (ver: Matando al fantasma), ni la revelación (del secreto a voces) del presidente Hamid Karzai, este hombre de la CIA, de que “Al Qaeda es un mito” , han hecho que EEUU dejara de menospreciar la inteligencia de su audiencia.
“No podemos dejar Afganistán ahora. Tiene billones de dólares en minerales”, dijo el general David Petraeus (ver: Obama II: Petraeus, Siria e Israel), desmontando los motivos humanitarios (salvar a los afganos de los integristas talibanes) o de seguridad (salvar a la humanidad de los terroristas de Al Qaeda) de la invasión (ver: Afganistán: ¿Por qué nos mienten?). La tentación de los recursos naturales de Asia Central se suman a la ubicación estratégica del país que durante siglos había hecho de tapón entre china, Rusia, Irán e India. Además, ahora que EEUU está perdiendo a Pakistán (ver: Pakistán: tirado por EEUU, recogido por China), Afganistán es el territorio ideal para convertirse en el punto de apoyo de sus fuerzas armadas en este enclave. ¡No tardarán en cambiar de opinión y arrepentirse!
Letra pequeña del Pacto Estratégico
La noche del 2 mayo del 2012, en medio de la campaña electoral estadounidense, Barak Obama realizó un viaje por sorpresa a Afganistán, para conseguir la firma de Karzai y oficializar el dominio de EEUU sobre esta nación más allá del 2014, fecha anunciada para la retirada de las tropas, y así ganar puntos en las encuestas.
El borrador del texto, redactado en nueve folios, decía lo siguiente:
- EEUU mantendrá sus nueve bases militares indefinidamente y podrá ampliarlas, utilizar las instalaciones afganas, su espacio aéreo y contar con áreas de ” uso exclusivo” de EEUU.
- Las Fuerzas Especiales de EEUU podrán continuar con sus asaltos nocturnos a las viviendas de civiles afganos (Obama se ha opuesto a que dichas operaciones se realizasen junto a las fuerzas militares afganas).
- EEUU ha tachado en el texto final el artículo que enviaba a los tribunales afganos el personal militar estadounidense acusado de un delito; los delincuentes tendrán inmunidad judicial.
- EEUU puede intervenir en los conflictos de Afganistán (con sus vecinos), supervisar las inversiones extranjeras en el país, sus acuerdos de tránsito y la gestión de las fronteras; además obliga a Kabul apoyar las llamadas “operaciones antiterroristas”.
- Afganistán no podrá suspender unilateralmente este pacto y aun con la conformidad mutua, tendría vigencia hasta un año después.
Este documento, que entraría en vigor el 1 de enero del 2015, quedo pendiente de la firma del nuevo presidente. Todos los candidatos mostraron su conformidad. De la seguridad de los afganos ni una palabra, ni tampoco un plan para acabar con los talibanes.
Todos los vecinos de Afganistán se han opuesto al peligroso acuerdo. Las bases estadounidenses en el país centroasiático se unirán a las que ya posee en Irak, Kuwait, Emiratos Árabes, Amman, Qatar, Bahréin, Arabia Saudí, Turquía, Azerbaiyán y Georgia (en los cuatro costados de Irán). Sólo la construcción de las bases de Hilmand y Mazar Sharif le costarán unos 300 millones de dólares.
El padrino rebelde
Cómo debe ser el atropello de los más mínimos derechos humanos de los afganos por las tropas de la OTAN que hasta Karzai -colocado en el poder por G. Bush-, se queja de la brutalidad de sus acciones contra la población, negándose a firmar el Pacto Estratégico, que no menciona ninguna misión para la mejora de la situación trágica de los afganos, el hambre que pasan, la seguridad de la que carecen o el empleo que necesitan. Tampoco sobre la lucha contra la droga, siendo Afganistán el principal productor del opio u heroína del mundo (ver: “Super” camellos en Afganistán).
En 2013, EEUU, ante el asombro de medio mundo, anunció que los talibanes no eran sus enemigos y empezó a negociar a espaldas del Gobierno afgano con los que años atrás había acusado de volar las Torres Gemelas. Como guinda, permitió la apertura de la Oficina de talibanes en Qatar, el país anfitrión de los encuentros.
Si los talibanes han dejado de ser una amenaza para EEUU, ¿por qué quieren quedarse en Afganistán? ¿Por Al Qaeda, quizás? Pero, ¿no dicen que las células de este grupo están en Irak, Siria, Sudán, Somalia, Mali, Libia, España e incluso en los propios EEUU?
Karzai se quejaba de que Washington había creado un Gobierno paralelo al suyo, de promover empresas de seguridad privadas en su territorio “soberano” y que sus soldados masacraban a civiles y ofendían al Corán. Obama hacía caso omiso.
Durante 13 años y con 150.000 soldados, la OTAN no han podido garantizar la seguridad de sus socios, ¿cómo quieren conseguirlo hora con menos efectivos?
Una ratonera y unas tácticas suicidas
Decía Sun Tzu que “la táctica sin estrategia es el ruido que precede a la derrota”. Si la estrategia que ha diseñado el Pentágono para Afganistán es la misma que hicieron los británicos en los siglos pasados –de aumentar su influencia en Asia Central-, no se entiende cómo se han atrevido a enfrentarse con Rusia en Ucrania, si Moscú puede hoy mismo convertir Afganistán en un gran pantano para miles de soldados de la OTAN (ver: Afganistán: la espantada poscolonial de España)
Podría EEUU hacerse con los recursos naturales afganos usando el mismo método de China, Rusia y otros países: emplear la diplomacia, sin coaccionar a su Gobierno y aterrorizar a la población , salvo que la política de fabricar o crear enemigos esté sirviendo de pretexto para alimentar la industria armamentística, uno de los principales pilares de la economía estadounidense.
¿Cómo se mide el sufrimiento?
No existe un dolorómetro. La combinación de carnicería-infierno creada por la OTAN y los talibanes en el penúltimo país menos desarrollado del mundo, por la lucha entre los señores de la guerra occidentales y los locales, la ineptitud de un régimen criminal formado por familias mafiosas y protegido por la OTAN, ha arrancado la vida a decenas de miles de civiles y ha forzado a huir de sus hogares a millones de ellos.
En el Hospital de Niños de Indira Gandhi de Kabul, el número de niños ingresados por la desnutrición severa se ha cuadriplicado desde el 2012. Han aparecido niños-viejos, con piel colgada de su rostro llena de arrugas, causada por la enfermedad del marasmo, resultado de un fuerte déficit calórico. Tampoco deben importarles a las compañías occidentales que viven del negocio de la guerra la muerte de unos 3.400 soldados de la OTAN o el escalofriante dato de que un promedio de 18 veteranos de las guerras de Irak y de Afganistán se quitan la vida al día. Algunos quizás por participar en la matanza “por error” de entre 16.000 y 23.000 afganos.
El Nobel de la Paz presume ser artífice de la “primera transición democrática” afgana, una farsa donde la gente ni siquiera podrá elegir entre un señor de guerra u otro: de las urnas saldrá aquel que ha decidido el Despacho Oval.
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