nazanin armanian

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Cerca de 814.500.000 votantes indios están eligiendo a 543 diputados y al primer ministro, en lo que son las mayores elecciones parlamentarias de la historia. Los partidos políticos del país llamado “la capital mundial de la pobreza” han gastado en la campaña unos 300 millones de dólares (en la de 2009 fue de 83 millones), invirtiendo en la calidad de los asientos de los mítines o en el alquiler de helicópteros para el traslado de los candidatos, afirmando que “la democracia tiene un precio”.
El escenario electoral está copado por el gobernante partido del Congreso Nacional del primer ministro, Manmohan Sigh, y el partido nacional-hinduista Bharatiya Janata del candidato Narendra Modi, ex gobernador del estado Gujarat y acusado de pasividad en los enfrentamientos entre musulmanes e hindúes en 2002 que dejaron unos 1200 muertos, en su mayoría de la fe islámica.
El estancamiento económico, la inflación, el desempleo y los escándalos de corrupción que azotan el Congreso Nacional, entre otros factores, hacen que Modi se perfile como ganador. Algo chovinista indica que la India será más hinduista y que reconducirá la política exterior más hacia Washington que hacia Beijing. Su propuesta de expulsar a varios millones de bengalíes musulmanes que han huido de una pobreza extrema de su país y legalizar a los inmigrantes hindúes busca el voto de la ultraderecha hindú en un país que ha sabido evitar —y tras un arduo trabajo— las continuas tensiones religiosas. El mes pasado, se retiró el libro Los hindúes: Una historia alternativa, de estadounidense Wendy Doniger, por incitar el odio hacia esta comunidad. Con el mismo argumento se había prohibido la película El Código Da Vinci y la distribución de Los versos satánicos de Salman Rushdie, antes que el Ayatolá Jomeini lanzara su fatwa.
Modi puede ignorar el voto de 130 millones de ciudadanos musulmanes, el 12% de la población, pero no podrá gobernar en paz sin ser legitimado por una comunidad que además tiene un alto ritmo de crecimiento poblacional. Debería servirle de lección el traumático desgarro de su territorio y el nacimiento de la hostil República Islámica de Pakistán, promovida por Gran Bretaña y EEUU, y todo lo que ha supuesto para la India.
UNA DISCRETA CIVILIZACIÓN
India —o Hend/Hendustán, nombre de origen persa, que procede del río Hend/Send; de ahí “sandía”, su fruta emblemática— es una milenaria civilización, tierra de decenas de grupos étnicos, lenguas y religiones, de donde se dispersaron por el mundo los Luli, gitanos de una tribu excluida y discriminada que cruzó Persia para recorrer Europa y salvarse de continuas persecuciones y malos tratos. A su paso por los países de fe musulmana, rompieron con su baile y cántico la tristeza impuesta por las religiones abrahámicas que prohíben la danza y la música, alegrando sus fiestas y celebraciones. Por otra parte, fueron acogidos en la India en el siglo VII los Parsis, iraníes zoroastrianos que pidieron asilo político, huyendo de la invasión árabe-musulmana a su país. Freddy Mercury era un descendiente de los Parsis.
A pesar de su escaso peso en la actual política internacional, India ha tenido una gran influencia sobre las culturas y las ciencias a nivel mundial. Además de ser exportadora del budismo, el mundo le debe, entre cientos de inventos, la creación de la regla de medir, el sistema de numeración posicional —mal conocido en Occidente como números arábicos— , el cero y los números negativos, el ajedrez y el parchís, las casas prefabricadas, la rueda para extraer agua de los pozos, champú (aceites para masajear la cabeza) y también algunas joyas literarias como el libro de fábulas de Calila y Dimna (traducido al castellano por la autora de esta columna, bajo el título de El Cuentacuentos persa) o parte de Mil y una Noches que influyó en escritores europeos como Giovanni Boccaccio en su Decamerón.
India nunca fue un imperio, quizás por sus enormes riquezas y recursos naturales y humanos: lo ha tenido todo y no ha necesitado conquistar otras tierras para su supervivencia y desarrollo. Siempre ha mirado, con timidez, hacia dentro y aún hoy le cuesta ser protagonista del escenario internacional.

POBREZA EN LA INDIA CAPITALISTA
Desde la década de 1980, la India ha rescatado de la pobreza extrema sólo a 35 millones de personas. En la China socialista, la cifra es de 678 millones. El 33% de la población sobrevive por debajo del umbral de la pobreza extrema con una comida al día y el gobierno exporta cereales.
El culto a la pobreza (divulgado por Gandhi, el político incapaz de programar un reparto justo de los recursos), no cala entre el 4% de los 1.000 millonarios del mundo, que son indios. Aquí se lanzan ambiciosos proyectos espaciales mientras millones de personas no tienen electricidad ni acceso a agua potable y otros tantos duermen con el estómago vacío en chozas de cartón. La mitad de los niños están desnutridos, dos millones de menores de cinco años mueren cada año por enfermedades prevenibles, y eso a pesar de que India es “la farmacia del mundo en desarrollo” por elaborar medicamentos genéricos (y Europa la presiona para que restrinja la producción de medicinas para pacientes con VIH/sida, la malaria o la tuberculosis).
Las multinacionales han destruido la agricultura, convirtiendo el campo indio en otro laboratorio de los transgénicos y pesticidas, empujando al suicidio a miles de campesinos arruinados y endeudados.
El Índice de Desarrollo de Género sitúa a este país en el puesto número 136 (en una lista de 186 países), el infanticidio femenino, la violación colectiva o individual —sobre todo a las mujeres “intocables”— son endémicas. Lo son también el secuestro, la esclavitud sexual, la compra-venta de niñas y mujeres. Que el posible futuro primer ministro, Modi, atribuya las agresiones sexuales a la vida urbana, la occidentalización y la pérdida de valores morales, y no al ancestral sistema de discriminación sexual que considera a la mujer un simple objeto sexual, muestra su mirada miope hacia los graves problemas de la sociedad (ver Si ahorcasen a todos los violadores). Para la desesperación de las mujeres, la existencia de políticos con tales miradas se une a su escasa presencia en los órganos de decisión: son sólo el 11% de los diputados, menos que en Pakistán, con el 19%.
Esta deplorable democracia del capitalismo salvaje, del crecimiento económico sin el desarrollo humano, ha sido puesta en evidencia por el Estado de Kerala, que desde 1957 hasta 2011 ha sido gobernado por los comunistas: el 90% de sus 30 millones de habitantes esta alfabetizado, hay igualdad entre las castas, la mujer tiene un solo hijo y el nivel de vida es de los más altos del país. El Frente Democrático de la Izquierda lucha para recuperar su posición en estos comicios.

¿CHINDIA O RUSÍNDIA?
El primer invitado a la Cena de Estado (2009) de Barak Obama a la Casa Blanca fue el primer ministro indio Manmohah Singh. Su doctrina del “Regreso a Asia” para contener a China contando con la cooperación de India —a cambio quizás de un escaño en el Concejo de Seguridad de la ONU— no ha dado frutos hasta hoy. Para mayor frustración del presidente de EEUU y a pesar del acercamiento de China a Pakistán (ver Pakistán: Tirado por EEUU, recogido por China) o problemas fronterizos, India ha fortalecido sus lazos con su vecino desde BRICS y la Organización de Tratado de Shanghái y, para más inri, vive en una luna de miel con la Rusia de Vladimir Putin. Beijing es el mayor socio comercial de Nueva Delhi y la “Chindia” puede llegar a ser incluso una marca comercial: juntos suman un mercado de 2,7 mil millones de clientes.
Rusia, además de ser el principal proveedor de armas a la India, coopera con este país en el programa espacial y en un acuerdo nuclear bilateral por valor de miles de millones de dólares. En un momento delicado para Barak Obama, la India decidió respaldar a Rusia en la crisis de Ucrania (ver Caso Crimea: China, India y la otra comunidad internacional) negándose a sancionar a los rusos. Aunque ¡calma!: India puede decir una cosa y hacer otra. También se negó a aplicar las sanciones impuestas por EEUU contra Irán y, sin embargo, se niega a pagarle el dinero del petróleo que le ha comprado.
Washington, que califica a la India (junto con Brasil, Indonesia y Turquía) como “Estado indeciso” y ha intentado mantenerla fuera de la órbita china ante el fracaso de su estrategia “Af-Pak”, observa con preocupación el estancamiento político-económico de la India, que le restará fuerza para impedir el ascenso de China.
Hoy por hoy, el principal objetivo del país asiático es más el crecimiento económico y vigilar a Pakistán, que no convertirse en un actor internacional, menos el brazo ejecutor de otros. La cuestión Crimea ha abierto una nueva posibilidad de reestructuración del orden internacional multipolar sin desmontarlo. En ello, India sigue sin alinearse y, sabiamente, mantiene un equilibrio con todas las potencias.

Fuente: http://blogs.publico.es/puntoyseguido/1544/india-elecciones-generales-y-…