Domingo 19 de mayo de 2002 – Número 344


ES DE MALI y se dedica a practicar ablaciones en España. Uno de sus últimos trabajos ha sido mutilar, sin anestesia y con una cuchilla, a cuatro niñas de entre seis y 10 años. Sus padres, inmigrantes en Madrid, contrataron sus servicios

NAZANIN ARmanian

 

 

Cada día 6.000 niñas de entre cuatro y 12 años son mutiladas. Unos 130 millones de mujeres en todo el mundo han sido víctimas de la ablación.

Comencé a sospechar que en Cataluña vivían comadronas africanas que practicaban la ablación en 1993, cuando varios pediatras de Girona y el Maresme denunciaron casos de niñas que habían llegado con el clítoris mutilado a sus consultas. Hace sólo unos meses tuve la confirmación de la existencia, al menos, de una.La buankisa o comadrona en cuestión procede de Mali, vive en Girona, responde al apodo de Ommi Mamma y debe de tener entre 45 y 50 años. Esta semana estuve a punto de localizarla. Al final fallé, pero ésta es su historia

Entrada en carnes, corpulenta, fría y distante, adorna su cuerpo con pulseras, anillos y colgantes de oro fruto de los beneficios de su trabajo. El último encargo lo tuvo en Madrid. Varias familias africanas residentes en la capital reclamaron sus servicios porque problemas económicos y de papeleo les impedían tomarse unas vacaciones, el pretexto con el que se suelen llevar a las niñas a sus países de origen para practicarles la ablación. Reunieron 300 euros para pagar el viaje y los honorarios de la mutiladora e invitaron a Ommi a pasar unos días en Madrid.

RITUAL EN MADRID
La ceremonia se celebró en el domicilio de una de las familias.Como dicta el ritual, primero sacrificaron una gallina en la bañera, una ofrenda a las fuerzas sobrenaturales para que protejan la vida de las niñas durante la operación. Luego fueron llamando, una por una, a las cuatro pequeñas de entre seis y 10 años. Las habían despojado de sus ropas y, para que sus gritos se ahogaran, les metieron un trapo en la boca. El resto del trabajo lo realizarían las experimentadas manos de Ommi, quien, sin ningún tipo de anestesia y con una cuchilla de afeitar como herramienta, iba a arrancar parte de sus diminutos cuerpos.

Como estas cuatro pequeñas inmigrantes, cada día 6.000 niñas de entre cuatro y 12 años son sometidas a una mutilación genital en todo el mundo. Las ONG calculan que 130 millones de mujeres, en su mayoría afro musulmanas, han sido víctimas de la ablación.Camerún, Somalia, Sudán, Tanzania, Egipto, Kenia, Mauritania, Eritrea, Yibuti… Y así hasta 30 países.

Muchos de sus habitantes, cuando emigran a España, traen en la maleta la arraigada tradición. A causa de las denuncias realizadas los últimos años, el Congreso de los Diputados ha pedido medidas punitivas para quienes la practiquen y Convergència i Unió ha solicitado la expulsión de los inmigrantes que mutilen a sus hijas, tanto dentro como fuera de España. El debate abierto y la preocupación han llevado a algún pediatra a pedir que todas las niñas inmigrantes pasen un control médico cada vez que regresen de vacaciones de sus países de origen.

No cree Mama Samathe que la persecución ni la expulsión vayan a acabar con la práctica clandestina. La presidenta de la Asociación contra la Ablación de la Mujer en España, quien lleva años visitando individualmente a las familias africanas para tratar de esta práctica, propone la concesión de la nacionalidad española a las niñas que residen en nuestro país. Así gozarían de los mismos derechos como la integridad física que cualquier otro niño europeo. «No entiendo por qué en España se niega el asilo político a las africanas amenazadas por la mutilación. En Canadá, EEUU, Francia o Gran Bretaña, sí se concede».

Cuanto más tarde Ommi en desarrollar la ablación, más prestigio para la mutiladora. El tiempo demuestra que está haciendo su cometido con mucho cuidado y total minuciosidad. Mientras ella maneja su cuchilla, los varones familiares de las cuatro niñas inmigrantes esperan en otra estancia. La ablación es cosa de mujeres y son ellas quienes se encargan de la mutilación de las niñas de la comunidad. Los hombres nunca asisten a la ceremonia y tampoco les preocupa si a su mujer se la han practicado. En caso de que la esposa sea frígida, siempre les quedarán otras tres mujeres. El Islam les ofrece el privilegio de ser polígamos.

Una vez Ommi da por finalizado su cometido y ha sido limpiado el quirófano es decir, el cuarto de baño , las niñas son envueltas en toallas y trasladadas a su dormitorio. Cada una recibe un cucurucho de helado de vainilla y unas palabras de consuelo.Ya son mujeres y, como tales, no deben llorar.

Nadie les cuenta las secuelas del salvaje ritual: debido a las condiciones en las que se realiza, suelen producirse graves hemorragias e infecciones, muchas jóvenes mueren durante o al poco tiempo de la intervención. Si esto ocurre la bunakisa lo atribuirá a la impureza de la niña o echará la culpa a los progenitores por no haber cumplido correctamente los mandamientos divinos.

Un 45% de las mutiladas no obtiene placer durante sus relaciones sexuales, buena parte de ellas tiene coitos dolorosos y muchas sufren graves complicaciones durante el parto. A largo plazo, puede provocar problemas menstruales, quistes, infecciones crónicas de la pelvis e incluso infertilidad. Los expertos estiman que entre un 15% y un 20% no podrá tener hijos.

Cuando se pide un explicación que pueda justificar la barbarie de la ablación surgen razonamientos de este tipo: hay que extirpar el pene femenino para convertir a un ser hermafrodita en una mujer; se trata de conseguir la pureza física mediante la eliminación de la «carne impura»; es práctica de iniciación; un mandamiento islámico… Mientras que los líderes musulmanes africanos (siempre hombres) siguen insistiendo en que la ablación es una obligación del Islam, lo cierto es que ningún versículo del Corán hace referencia a ella. Los imanes africanos, para divulgar esta falsa afirmación, se aprovechan de que la mayoría de la población, sobre todo las mujeres, no saben leer o no conocen el idioma árabe, en el que está escrito el Corán

TODA UNA CEREMONIA
Cuando la ablación se practica en sus países de origen, el ritual es aún más ceremonioso. Todo queda en manos de las ancianas de la comunidad, quienes se reúnen para seleccionar a las niñas, la comadrona y la fecha. Las niñas son inmovilizadas por una o dos personas. Una de ellas recita una oración y da así permiso para que comience la operación.

Una vez cosida con espinas de plantas, hilos de pescar, fibras vegetales o alambres, la herida se cubre con un cóctel de hierbas curativas. Durante entre 20 y 40 días se les ata las piernas para evitar que la herida se abra. Entre la tribu cognagui, en Guinea, las niñas mutiladas no sólo no deben llorar durante la ablación, sino que además están obligadas a bailar tras la intervención para demostrar su valentía y su conformidad.

Las buankisas heredan su trabajo de generación en generación.Muchas niñas de la casta baja de los forgerones de Mali, una vez mutiladas, se convierten en ayudantes de sus madres para ir aprendiendo el oficio. Presenciar sangrientas sesiones de ablación a diario las convertirá en expertas verdugos, capaces de manejar una cuchilla de afeitar, unas tijeras, el casco roto de una botella o el borde afilado de una lata con total frialdad.No sucederá así con Ommi. Viuda y sin hijas a quienes aleccionar, su macabro saber desaparecerá con ella.

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http://www.elmundo.es/cronica/2002/344/1021884323.html