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Los representantes de Rusia, Siria y 13 facciones de la oposición armada siria vinculadas a Turquía han acordado silenciar las armas y reunirse dentro de un mes en Kazajstán para negociar las condiciones de paz en Siria. Se han opuesto a este pacto los dos grupos terroristas vinculados con Arabia Saudí, el Estado Islámico y Jabhat Fateh al-Sham, y también el aliado de EEUU y Francia, el Partido de Unión Democrática (PYD), que curiosamente ha elaborado una Constitución propia para gobernar la zona kurda.
La reacción de EEUU, excluido de las negociaciones, ha sido endurecer las sanciones contra Rusia, expulsar a 35 de sus diplomáticos, el cierre de dos de sus instalaciones por su “injerencia en las elecciones de EEUU” –un acto sin precedente que ni sucedió durante la Guerra Fría-, y anunciar que en el presupuesto de Defensa del 2017, unos 619 mil millones de dólares, hay una partida para armar a los rebeldes con misiles antiaéreos (¿para apuntar a los aviones militares rusos?) y su entrenamiento en los países vecinos. La lucha por el poder entre Rusia y EEUU amenaza con descontrolarse.
Turquía, que hoy se rinde y (aparentemente) renuncia a la “victoria” en Siria para centrarse en la destrucción de los kurdos de izquierda de su país y de Siria, negoció en 2013 con Irán un plan que preveía el fin de los combates, un gobierno de unidad nacional y unas elecciones bajo la supervisión de la ONU. El desacuerdo sobre el papel de Bashar al-Assad en el futuro de Siria impidió su firma, causando la muerte de otras decenas de miles de sirios y la huida desesperada de un millón más a ninguna parte durante tres años más. De hecho, hoy también la facción dirigida por Ayatolá Jamenei, que mira la seguridad de Irán sólo desde la óptica militar, se opone al alto el fuego y apuesta por la política de “puño de hierro” contra la oposición en Siria y la permanencia de Assad a cualquier precio. Teherán no puede estar más agradecido a Rusia por haber colocado el problema del “terrorismo islámico” en el centro del escenario, apartando la “amenaza iraní” inflamada por Israel y Arabia Saudí. Obviamente, cualquier cambio en Siria perjudicará a la influencia de Irán y su conexión con el Hizbolá del Líbano. Será por eso que, al contrario del Kremlin, Assad se ha convertido en su línea roja.
¿Hacia una paz armada?
A pesar de que Washington no ha firmado este alto el fuego es consciente de que Rusia es la única potencia que puede negociar sin intermediarios con Siria, Arabia Saudí, Irán, Turquía y otros actores del escenario de forma directa. Y sabe que Rusia ha respetado sus exigencias: ninguna fuerza armada intentará conquistar nuevas zonas, por lo que las regiones del sur y el oeste del país -que acogen la mayor población urbana del país además de sus recursos naturales-, seguirían en manos de los rebeldes, aunque a decir la verdad, Damasco tampoco cuenta con suficientes soldados para liberarlos; la familia de Assad tendrá garantías de seguridad y él dejará su puesto después de un periodo de transición (aquí Rusia acepta que el destino del presidente sirio no debe ser motivo para alargar aun más esta masacre), y que los grupos terroristas patrocinados por EEUU estarían en Kazajistán. El gobierno de Obama, que al principio llamó “reformista” a Bashar al Assad (¿por acatar las órdenes del FMI?), cedió ante el Proyecto del Nuevo Oriente Próximo que rediseña el mapa de la zona a medida del Nuevo Siglo de América, y envió en enero de 2011 al siniestro Robert Ford de embajador en Siria, quien junto a John Negroponte creó en Irak los Escuadrones de Muerte: así empezaron a estallar bombas en Siria, demoliendo su estado y desgarrando su noble nación. Sin embargo, al no encontrar una alternativa a Assad, cambió la idea inicial del “cambio del régimen” por la marcha únicamente de su cabeza visible, negándose a entregar armas pesadas a los rebeldes o establecer una zona de exclusión aérea. Optó por otra estrategia más macabra y aún mejor para EEUU e Israel: convertir en 2012 a Siria en una mortal trampa de guerra de desgaste para los países involucrados, que allí se matan en el juego de derrocar o mantener al doctor Assad en el poder.
En cuanto a Arabia Saudí, Israel y Qatar (incapaces de prestar un servicio eficaz a sus patrocinados en el terreno de la guerra) harán todo lo posible para que Moscú, Ankara y Teherán paguen un alto precio por excluirles de las negociaciones, como sustituir la táctica de conquistar ciudades por realizar masivos actos de atentado provocando caos.
Otro punto del borrador de paz prevé la salida de todos los grupos armados extranjeros de Siria, que incluye a las milicias organizadas por Irán y a Hizbolá. Moscú se encargaría de que ambos abandonen posiciones maximalistas de recuperar la integridad territorial de Siria y acepten la cruda realidad, al igual que ha convencido al presidente sirio de la reforma de la Constitución, que prevé un sistema “descentralizado” (¿eufemismo de su desintegración?) y parlamentario que pondría fin a su propia presidencia.
La relación entre Moscú y Assad no ha sido fácil: el presidente sirio ignoró los consejos de Kremlin al realizar algunas reformas políticas y liberar a los presos políticos y Putin se negó a recibirle hasta cuatro años después de la guerra, en octubre del 2015, y lo hizo sólo para mostrar al mundo que la intervención militar rusa era legal y solicitada por Damasco. Meses antes, Rusia le reprochó que declarara que iba a continuar la guerra hasta recuperar todo el territorio ocupado del país, y ahora, después de liberar Alepo y haber conseguido sus objetivos, podía forzarle a saltar su “línea roja” de negociar con la oposición armada.
El destino de Siria en 2017 estará marcado por los temibles hombres del “arma y petróleo” del gabinete de Donad Trump, que podrán convertir la tramposa “guerra contra el terrorismo” en el centro de las batallas mundiales siguiendo la estrategia de G. Bush, para militarizar el escenario político del mundo y desmantelar los logros sociales a beneficio de “nuestra” seguridad. ¿Es posible que otro de los motivos del asesinato del embajador ruso en Turquía fuese arrastrar a Rusia a esta estrategia bushiana de invadir a países débiles y ricos del mundo? ¿Habrá un “Gran pacto” con Trump para repartirse las zonas de influencia en Siria, bajo el paraguas de instalar una “Fuerza de Paz” conjunta? La “Paz Armada” en Siria, en el mejor de los casos, la convertirá en otro Irak.