Nazanin Armanian

Publico.es

El anuncio del Gobierno de Israel de la ampliación de las colonias en Jerusalén y Cisjordania durante la visita de Joseph Biden, lejos de “inoportuno”, fue una respuesta al propósito de EEUU de empezar las negociaciones con los palestinos y a su insistencia en la vía no militar para resolver el conflicto con Irán. Tel Aviv, así, a la vez que rompía los acuerdos internacionales, demostraba su capacidad de tutear a Washington.
Barack Obama sueña con poner fin a los estragos que sufre su país en Oriente Próximo sin marginar a Israel, buscando unas relaciones equilibradas con los países del entorno, de vital importancia estratégica.
Es cierto que, tanto la seudo teoría antimusulmana del choque de civilizaciones como la invasión de Irak, han beneficiado en primera instancia a Israel, que así vio el final de uno de sus rivales. Sin embargo, no le perdona a su aliado haber cedido el poder en Bagdad a la órbita de Irán. A la administración de Obama le preocupa más el avance mundial de su rival, China, que el pulso entre Irán e Israel en la zona.
La relación asimétrica de esta extraña pareja es un caso singular en las relaciones internacionales.
El juego consistía en que la gran potencia garantizara la seguridad a su pequeño aliado como pago por vigilar sus intereses en la zona. EEUU está ahora presente en la región y para proyectar su poder no necesita un guardián no siempre fiel, por lo que Zbigniew Brzezinski ha llegado a proponer que si los cazas israelíes trataran de atacar Irán, Washington no debería vacilar en destruirlos.
La historia da giros sorprendentes. El primer país que reconoció el Estado de Israel fue la URSS y no EEUU. Moscú se ilusionó con un contrapeso frente a los gobiernos reaccionarios árabes. Cambió de bando a medida que ganaba el panarabismo liderado por Gamal Naser, a tiempo que EEUU se volcaba con Irán, Turquía e Israel, países no árabes. La caída del Sha aumentó el valor de los hebreos en la agenda norteamericana.
La posición de EEUU se ha debilitado en la zona, por sus propios errores, y también por las acciones de Tel Aviv, cuyos atropellos contra los palestinos hacen que hierva la sangre entre las poblaciones vecinas, algunas gobernadas por inestables socios de Occidente.
¿Se acusará a Obama de antisemita?

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