Nazanín Armanian Experta en Oriente Medio, acaba de publicar ‘No es la religión, estúpido’

“El conflicto que ahora comienza en Líbano es la continuación de la guerra de Siria”

“Donald Trump trata de forjar una alianza de Israel y los países árabes suníes contra Teherán, una OTAN suní, y organizar guerras de desgaste a su alrededor”

Eugenio Fuentes 23.11.2017 | 00:45

Nazanín Armanian.

Nazanín Armanian. marta g. brea

La crisis que vive Líbano tras la extraña dimisión de su primer ministro, Saad Hariri, el pasado día 4, es el inicio de un conflicto que tomará el relevo de la guerra siria, que está llegando a su fin, asegura la experta en Oriente Medio Nazanín Armanian. La analista acaba de publicar, en unión de la especialista en estrategias narrativas Martha Zein, el ensayo No es la religión, estúpido. Chiíes y suníes, la utilidad de un conflicto.

-¿Qué está pasando en Líbano?

-El conflicto que ahora comienza en Líbano es la continuación de la guerra de Siria, que, siete años después, llega a su fin, aunque sólo a medias, ya que, como en Irak, Afganistán o Libia, seguirá abierta porque es un gran negocio. La guerra llega a Líbano con la intención de extenderla luego a otros países de la región, porque el plan de EEUU y Occidente es reconfigurar el mapa de Oriente Medio. Tras la caída de la URSS, EEUU ha conquistado países geoestratégicos, como Afganistán, o energéticos, como Irak o Libia, pero no ha podido dominarlos, porque otros actores (China, Rusia, Irán, Turquía, Arabia Saudí, Israel) también quieren su parte del botín y le impiden consolidar en el poder a sus aliados locales. El salto de la administración Trump es convertir la guerra en sí en un objetivo, destruir los países y convertirlos en estados fallidos para saquearlos con compañías de todo tipo, no sólo energéticas, y hacer negocio con la reconstrucción.

-En la crisis de Líbano, ¿el objetivo es Hezbolá?

-Hay una batalla entre, por un lado, Israel y Arabia Saudí, que se han unido contra Irán y Hezbolá. El objetivo, con el apoyo de Trump, es destruir Hezbolá como paso hacia la contención y destrucción de Irán. Pero neutralizar políticamente a Hezbolá es desmoronar el estado libanés y eso puede desembocar en una guerra regional de grandes dimensiones. Guerras como la siria no son, en realidad, guerras civiles. Son guerras internacionales para controlar países estratégicos.

-¿Inquieta Hezbolá más ahora a Israel, tras años de combatir en Siria?

-Sí. Es más duro y tiene el apoyo ruso. Ni Rusia ni China quieren una región desestabilizada, porque afecta directamente a los gasoductos rusos o a las rutas comerciales chinas en Oriente Medio, la nueva ruta de la seda.

-¿Qué ha cambiado en Oriente Medio con Trump?

-La doctrina Obama tenía como primer objetivo contener a China, imperio económico que puede convertirse en imperio militar. Por eso quería retirar tropas de Irak y Afganistán para llevarlas al entorno chino. La llegada de Trump significa la vuelta al poder de la línea de Hillary Clinton y George Bush, para quienes los dos principales enemigos de EEUU son Rusia e Irán. Contener a Rusia y desintegrar la Federación Rusa pasa por Irán, por lo que se han volcado en Oriente Medio. De hecho, la primera visita de Trump como presidente fue a Arabia Saudí e Israel, enemigos de Irán, contra quien trata de forjar una alianza de Israel y los países árabes suníes, una OTAN suní. Irán tiene las primeras reservas de gas del planeta, las cuartas de petróleo, controla el golfo Pérsico, tiene acceso al mar Caspio y con su potencial puede comerse los mercados de Israel y Turquía en la región. Se trata de imponerle sanciones de nuevo, por el programa nuclear o por el de misiles balísticos, por los derechos humanos o el terrorismo. Y, a la vez, organizar guerras de desgaste a su alrededor.

-Tras el viaje de Trump se sucedieron hechos como el bloqueo de Qatar, que comparte con Irán en el golfo Pérsico la mayor bolsa mundial de gas.

-Eso obliga a Irán y Qatar a cooperar para explotarla, lo que no interesa a Arabia, Israel y EEUU. Pero hay más factores. Qatar, que alberga una base militar de EEUU, o sea, que no es antioccidental, tiene las terceras reservas mundiales de gas pero es el primer exportador de gas licuado y compite en ese mercado con EEUU. En tercer lugar, las empresas de armamento, en las que trabajan diez millones de personas, son un pilar de la economía de EEUU. De modo que han provocado una crisis falsa entre Arabia y Qatar, y han vendido 110.000 millones de dólares en armas a los saudíes y otros 12.000 a los cataríes. Después, la tensión acabó, porque el objetivo de vender armas estaba cumplido.

-Otro hecho llamativo han sido los acuerdos entre palestinos.

-Hay una lectura interna: el fracaso de Hamas en gestionar Gaza. Dos millones de personas sin agua, luz ni comida o bombardeados por Israel generan presión palestina para que las facciones lleguen a un acuerdo que permita construir el estado palestino. Por otra parte, Hamas era aliado de Irán, Hezbolá y Siria en el eje de resistencia a Israel, roto por la guerra siria. Al acercarse Hamas a Al Fatah, aliado de Arabia Saudí, Irán pierde otro de sus apoyos. Si hubiera un ataque de Israel a Irán, Hamas ya no podría lanzar sus misiles contra Israel.

-¿Qué papel juega en la crisis la militarización saudí emprendida por el príncipe heredero?

-Nombrar heredero a su hijo, Mohamed bin Salman, fue un golpe de Estado sin precedentes del rey Salman, ya que el poder saudí se transmitía entre hermanos. Esto ha generado gran tensión en la casa real, a la que se suma la oposición de una mayoría de la elite a un conflicto con un Irán mucho más poderoso. De ahí las recientes detenciones de más de cien magnates, políticos, empresarios y militares, para neutralizarlos y agrupar a las fuerzas belicistas. Bin Salman necesita demostrar su valía para rey. Lanzó en 2015 la desastrosa guerra de Yemen, que pensaba ganar en seis meses y lleva más de dos años, con decenas de miles de muertos y 17 millones de yemeníes sin agua ni comida y amenazados por el cólera. Ahora se dirige contra Líbano, pensando que si va de una guerra a otra demostrará el poderío saudí. Pero si lanzas tantas guerras, el fracaso está garantizado, fuera y dentro del país, porque hay que destinar miles de millones a sufragarlas y eso, combinado con la caída del precio del petróleo, empobrece a Arabia, cuyas arcas están vacías. De ahí también las detenciones.

-¿Para hacer que paguen?

-De hecho, les ha expropiado parte de sus fortunas, pero ni con eso puede financiar las guerras. La situación interna y externa de Arabia Saudí es peligrosa para su pueblo y para la región. Finge un poder del que carece, pretendiendo aparecer como potencia regional cuando vive una decadencia.

-La derrota militar del Estado Islámico también perjudica a Arabia Saudí.

-Psicológicamente es una derrota, aunque han destruido Siria. En lo que sí ganan los saudíes es en que el futuro gobierno sirio no será probablemente laico ni chií, como es ahora, sino suní. Al Asad sigue, gracias a un acuerdo entre EEUU y Rusia que debería conducir a una renuncia y al traspaso de poder a un Parlamento, que elegirá al próximo mandatario.

-¿Ese acuerdo entre EEUU y Rusia se mantiene?

-El acuerdo era entre Obama y Putin. Con Trump ha quedado en nada, porque carece de planes concretos para cada país. De ahí que la salida a la guerra siria se esté alargando, porque en la Casa Blanca hay un conflicto entre el secretario de Estado, Rex Tillerson, y el secretario de Defensa, general Mattis, muy belicista. Mattis es favorable a más guerras en la región, mientras Tillerson, que preside Exxon, la mayor empresa petrolera, quiere la pacificación. Mientras no se resuelva este conflicto los sirios morirán bajo las bombas y la guerra continuará.

-¿La falta de estrategia de Trump beneficia a Rusia?

-Políticamente, sí, pero no en lo económico. Arabia y EEUU bajaron los precios del petróleo a una tercera parte para tumbar las economías de Rusia, Irán y Venezuela, y lo han conseguido. Rusia ha recuperado su peso en el escenario político, por primera vez desde la caída de la URSS, y Putin ahora puede negociar directamente con EEUU. Pero el coste de la guerra es muy grande y cuanto más se alargue más perjudica a la economía rusa.

-Estos conflictos se suelen presentar como enfrentamientos religiosos de suníes y chiíes. En su l ibro, ustedes sostienen que los intereses son otros.

-Irán y Arabia levantan la bandera religiosa, aunque con diferente intensidad. Los saudíes porque quiere unir a los países suníes, que son la mayoría, en torno a ellos. A Irán no le interesa tanto como a Arabia la bandera religiosa porque, junto a Azerbayán, es el único país chiíta del mundo y, por eso, prefiere la bandera antiimperialista y propalestina. Pero el conflicto real son los mercados, porque el petróleo de Arabia Saudí se está agotando, de ahí las reformas económicas de Bin Salman, destinadas a no depender del petróleo. Mientras, Irán sigue descubriendo yacimientos de petróleo y gas. De modo que si Irán no es contenido, acabará comiéndose los mercados de Arabia Saudí.