Los pajes negros de los “Magos persas” no representan el racismo
Nazanin Armanian
Publico.es
El desfile de los pajes de piel negra en la Cabalgata de Alcoy ha provocado las críticas de varias ONG por racista. Pasa lo mismo en Irán cuando estos mismos personajes alegran las calles del país con sus bailes y cánticos durante la milenaria fiesta del año nuevo, el Nouruz «Nuevo día» que se celebra el primer día de la primavera y cambia el calendario pagano iraní.
El personaje en el contexto
Desde hace unos tres mil años, en la noche más larga, el primer día del primer mes iraní del invierno, bautizado como «Dei» (de ahí el término deidad), que coincide con el 21 de diciembre, los iraníes y los habitantes de los dominios del imperio persa en Asia Central, iluminan el cielo con un mar de antorchas y velas ayudando a la deidad Solar, Mitra ahuyentar al Señor de la Oscuridad llamado Ahriman. Darán las gracias a la naturaleza por aumentar, una vez más, los momentos de la presencia de la luz en el cielo y del calor en la tierra, derrotando al Amo de las Tinieblas y el frío. Esta fiesta de origen agrícola que en la lengua arameo siríaco se llama Yalda «Nacimiento».
El Mitraísmo se propaga por el Imperio Romano, a través de los legionarios instalados en las fronteras orientales del imperio, los cristianos perseguidos por Roma y refugiados en el Imperio persa, los esclavos provenientes de Asia Menor, así como las relaciones comerciales y culturales entre las dos grandes civilizaciones del momento. Es así que en el siglo III, el emperador Aureliano establece el 25 de diciembre el festival de Dies Solis Invicti, y declara el Culto al Sol como la religión oficial del imperio.
Así, se levantaron Mithaeum o Casa del Mitreo, cuyos restos arqueológicos aún se pueden visitar en distintas ciudades europeas, como en Mérida (Badajoz). En estos templos realizaban el bautizo empapando la cabeza del iniciado con la sangre de un toro sacrificado, se comía un pan redondo, símbolo de la divinidad solar, y tomaban una bebida hecha de la sangre del animal sacrificado, mezclado con miel, agua y la esencia de Haoma, la mítica hierba alucinógena, frente a un ciprés adornado con lazos dorados. El culto al Mitra fue reformado por el filosofo iraní, Zaratustra, quien prohibió el taurobolium, y restituyó el lugar privilegiados que ocupaban los bovinos en la ancestral cultura agrícola indio-irania, prohibiendo el sacrificio de animales, divulgando el culto a la vida, el triunfo del Bien sobre el Mal, y de la Luz sobre las Tinieblas.
Con la aparición del cristianismo, los sacerdotes de esta poderosa fe adoptaron buena parte de sus conceptos y liturgias: así Jesús fue identificado con Mitra, el demonio con Ahriman; celebraron bautizo y oblación del pan redondo como el cuerpo del sol, y se tomó nota del mito de la concepción virginal de un salvador llamado Sushiyans, que volverá algún día para poner paz en el mundo; declararon Yalda como la Natividad de Jesús, ya que no tenía conocimiento de la fecha del alumbramiento de Jesús; los curas se hicieron llamar padre, coronaron la cabeza de sus obispos con el tocado Mitra, se vistieron de sotana morada y se pusieron el anillo de los “Mog”, nombre de los sacerdotes mitraístas con supuestos poderes sobrenaturales mágicos. Luego, aseguraron el reconocimiento de la naturaleza divina del Niño Jesús afirmando que tres Mogs de Oriente, cuyos nombres suenan a los de soberanos míticos medo-persas, Manucher, Garshasp y Bastavarai, habían partido desde Mogan (una especie de Santa Sede en el norte de Irán que aun preserva esta denominación) a Belén para dar la bienvenida al Niño Jesús. Relato inexistente en la historia mítica y real de Persia, además de inverosímil, teniendo en cuenta que los Mog persiguieron duramente a otros rivales como los fieles del profeta Mani (Irán, s.II), casi con la misma dureza que la iglesia católica hostigó a los cátaros, los devotos occidentales de Maní…..
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