El 15 de noviembre, y tras el anuncio por sorpresa del gobierno de la República Islámica de aumentar hasta un 300% los precios del combustible, decenas de miles de iraníes salieron a las calles con el grito de “Gasolina encarece, el pobre empobrece”. La medida fue como echar la gasolina a un descontento y una ira acumulada durante cuarenta años de un totalitarismo teocrático burgués de corte medieval que controla el poder tras abortar la revolución antimonárquica del 1978. Los indignados quemaron unas 700 sucursales bancarias y varias escuelas teológicas, como los símbolos de la “Alianza sagrada” contra la justicia social, la libertad y el progreso.
En los últimos doce años el régimen ya había multiplicado el precio de la gasolina por 30. Los iraníes, propietarios de la primera reserva mundial de gas y la tercera del petróleo, ganan el sueldo más bajo de entre los países de Oriente Próximo, unos 128 euros al mes, mientras sus vecinos turcos, sin tener petróleo, ganan 422 euros al mes. Esta subida afecta directamente no solo a los precios de los alimentos y el transporte, sino también al trabajo de millones de iraníes de la clase media brutalmente empobrecida que utilizan su coche para “hacer de taxista” transportando pasajeros para ganar algo y llegar al fin de mes. Estos son los trabajadores con sueldos bajos, los jóvenes que no han podido pagar una carrera o incluso los titulados universitarios que no encuentran trabajo. La medida que al parecer es recaudatoria sólo tendrá efectos inflacionistas, por la subida imparable de los precios de los productos de la primera necesidad, y eliminará sus escasos beneficios.
Como resultado de la prohibición tanto de los partidos políticos y sindicatos obreros no islámicos, como de cualquier manifestación no gubernamental, los Guardianes Islámicos y los paramilitares de Basich, -organización creada a la semejanza de los “facios” italianos-, dispararon a los manifestantes y asaltaron los domicilios, matando al menos a 310 personas ( 2 de ellas menores de edad, como Nikta Esfandani de 14 años asesinada por un disparo de la policía paisana ) e hirieron y detuvieron a unas 8000 entre las que se encuentra la campeona de lucha libre de Irán Masumeh Soleimani. Decenas de ellos, tachados de “enemigos” pueden ser condenados a muerte acusados del recurrente pretexto de “ser agentes de la CIA y del Mosad, y “Mahareb” «entrar en guerra con Dios». Los ayatolás vierten las mismas acusaciones contra cientos de miles de libaneses e iraquíes que están ocupando las calles exigiendo justicia social y el fin de la corrupción de sus regímenes sectarios que en parte son patrocinados por el nacional-islamismo de Irán.
Por otra parte, el sutil apoyo verbal de la Administración de Trump a los indignados iraníes no tiene otro objetivo que dar una baza al régimen para justificar una dura represión, provocando un baño de sangre y por ende una guerra civil en Irán. Con este mismo objetivo, EEUU ha impuesto una brutal sanación sobre la venta del petróleo iraní, conteniendo el desarrollo político, social, económico y militar de otra potencia regional beneficio de Israel, siguiendo la misma estrategia que aplicó a Iraq. Las amenazas del imperialismo a una “siriazición” de Irán, han sido aprovechadas por el régimen de extremaderecha religiosa: “Yo o el caos”.
La teocracia islamista, en un acto sin precedente en el mundo, cortó el internet impidiendo que las noticias de su brutal e impune represión llegase al mundo exterior, negando la solidaridad de los trabajadores del mundo al sufrido pueblo iraní que se encuentra atrapado entre el imperialismo yanqui y el totalitarismo religioso.
El régimen islamista, dirigido por el clero oscurantista y su brazo armado, los Guardianes Islámicos, han instalado una verdadera inquisición en el país y controlan no solo la militancia política y sindical de los ciudadanos sino también todos los aspectos de la vida de los ciudadanos, -hasta su forma de vestir los hombres y sobre todo las mujeres-, castigado a los infractores con latigazos y los ahorcamientos públicos. La abogada Nasrin Sotudeh, está detenida por exigir la abolición de las leyes que asignan un estatus de subgénero a la mujer y permiten, por ejemplo, el matrimonio de las niñas pequeñas, y ha sido condenada a 38 años de cárcel y 148 latigazos.
Como consecuencia de las medidas neoliberales de la burguesía comercial llamada “Bazar”, que controla el poder y aplica la economía islámica “preindustrial, ganado miles de millones de euros en la compra-venta y la especulación de los artículos de primera necesidad, la industrialización del país, incluso la renovación de las instalaciones petrolíferas, ha sido aparcada: en 1978, Irán, un país monoproductor, exportaba 5 millones de barriles al día y hoy sólo vende 750.000 barriles, y no sólo debido a las sanciones,. Así, cientos de fábricas de Irán han cerrados, condenando al desempleo a 12 millones de jóvenes, que además no reciben ningún tipo de ayuda; la inflación ya ronda sobre 46% , y el valor del rial, la monead iraní, se ha desplomado en un 60% respecto al 2017; el índice de pobreza, según el propio gobierno, es del 54% de la población, indicando que más de la mitad de la población vive en el umbral de la pobreza.
Nos solidarizamos con las protestas justas y civiles de los ciudadanos de Irán por el pan, dignidad y libertad y condena de forma enérgica el asalto brutal de las fuerzas de represión de la teocracia islamista a los manifestantes desarmados, y exige el fin de la represión y la libertad inmediata de todos los detenidos.