Homosexualidad en Oriente Próximo, extracto del libro Islam sin velo (Nazanin Armanian, Martha Zein. Planeta 2009)
La literatura medieval de los principales países musulmanes escritos en persa y en árabe está repleta de declaraciones de amor y deseo de un hombre a otro, en las que unos son varones adultos que, presumiendo de su virilidad, establecían relaciones íntimas con relaciones íntimas con otros de sensibilidad femenina. En aquellos tiempos y en aquellas tierras donde las mujeres estaban cubiertas y escondidas tras el velo o de los muros de los hogares, y eran alcanzables sólo dentro de la institución matrimonial los hombres, incluso los casados y padres de familia, no ocultaban en público sus aficiones homosexuales hacia lo que consideraban muchachos “afeminados”, seres considerados una extensión de la mujer con órganos masculinos. Para ellos, mantener relaciones sexuales con estos jóvenes imberbes y delicados a los que asignaban el rol “pasivo” en las relaciones sexuales, era una forma de afirmar su masculinidad.
Uno de los tratados de sexualidad más famoso de entonces es, sin duda, Nuzhat al Albâb “Las delicias de los corazones”, del poeta y antropólogo tunecino Ahmed el Tifâchi, (1184-1253). En este libro el autor propone formas de acrecentar la pasión entre un hombre y una mujer y aborda la sexualidad entre personas del mismo sexo. En un espacio sensual homo erótico, en presencia del vino, los pájaros cantando, incienso e hierbas aromáticas perfumando el ambiente, un hombre adulto hace el amor con un adolescente o joven que consideran un “no-hombre”, “de piel suave y dulzura femenina”.
Si este tipo de relaciones sucedían que por cierto, exclusivas de ambientes aristócratas e intelectuales, se debía a la convergencia de tres principales factores: Primero, la ocultación de las mujeres y sobre todo el culto a la virginidad femenina impedía cualquier relación con ellas fuera del matrimonio. Segundo, la prohibición coránica de lawât, sodomia, considerando este acto sexual un graves pecado y un delito con duros castigos, hacía imposible el desarrollo de tales relaciones. El último factor lo componían las guerras expansionistas de la Edad Media. Estos conflictos bélicos favorecían la masiva emigración de las gentes en busca de los prósperos centros del imperio islámico así como el tráfico de personas, por lo que miles de jóvenes y adolescentes acababan en una especie de mercados de compra-venta, para luego prestar sus servicios como gholâm, (literalmente “esclavos”). A diferencia de lo que sucedía en otros imperios , donde se les reclutaba para llevar a cabo las tareas más duras de construcción de infraestructuras, estos jóvenes eran destinados a labores domésticas, desde donde era fácil dar el siguiente paso: Junto a su función de criados algunos se situaban en el lugar del “favorito” del amo. Se trataba de una relación absolutamente jerárquica, basada en el poder y el control de uno sobre el otro. En el terreno sexual, el señor ejercería el rol de “activo y el muchacho de “pasivo”; línea que jamás se atravesaría. Mientras el primero gozaba de prestigio por tener este tipo de actividad sexual, el otro será objeto de burlas y de humillaciones.
El relato 391 de Las Mil y Una noches, cuenta la historia de una mujer, Sett Zahía, que pregunta a un aficionado a estas practicas cuáles son sus motivos. Él responde “¡Porque Alá ha modelado el cuerpo de los jovenzuelos con una perfección admirable, en detrimento de las mujeres, y mis gustos me impulsan a preferir en toda cosa lo perfecto a lo imperfecto!.”
Para reafirmar sus argumentos, el personaje de este relato recurre al versículo 4:34 del Corán: “Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres en virtud de la preferencia que Alá ha dado a unos sobre otros y de los bienes que gastan (en ellas)”. No se trata de una superioridad en lo físico: “En cualquier herencia, la parte correspondiente al hombre debe ser el doble de la correspondiente a la mujer; así es que el hermano heredará dos veces más que su hermana”. Estas palabras santas nos prueban, pues, y establecen de manera permanente, que a una mujer no se la debe considerar más que como a la mitad de un hombre”.
Sus explicaciones continúan durante muchos párrafos, entre los que hay espacio para el concepto de “ejercer de activo o ejercer de pasivo” en el acto sexual: “Y como el activo es el hombre, y la mujer es el principio pasivo, no hay que vacilar, por tanto. ¡El hombre se halla por encima de la mujer, y el joven es preferible a la joven!”
Sett Zahía, mujer sabia, le devuelve la pelota con este análisis: “¡Tus citas son exactas!, ¡oh jeque! Y contigo reconozco que en su Libro Alá ha dado a los hombres preferencia sobre las mujeres. Pero no especificó nada y habló de una manera general. ¿Por qué, pues, si buscas la perfección de las cosas, te diriges solamente a los jóvenes? ¡Deberías preferir a los hombres de barba, a los venerables jeques de frente arrugada, pues que fueron más lejos en la vía de la perfección!” Para ella, lo que el hombre buscaba en los muchachos era, en realidad, a la mujer.
El diálogo, sabroso y largo, permite que el jeque siga alabando a los jóvenes hermosos durante unas líneas más, deteniéndose en algunos detalles de su anatomía: “a su talle flexible, a la finura de sus miembros, al conjunto de colores tiernos que hay en sus mejillas, a la gentileza de su sonrisa y al encanto de su voz”.
La importancia de la calidad de la piel, llevado al terreno de la realidad, implicaba que en el momento que a aquellos chavales les salía barba y el bigote, eran abandonados.
Pues bien, hasta aquí de lo que se trata no es de una relación homosexual, tal y como lo conciben muchos musulmanes, pues no permite el enamoramiento, ni el proyecto de vida en común, por supuesto, ni las relaciones de igualdad entre los miembros… tan sólo es una forma de saciar el deseo sexual frustrado de los hombres. En el más abierto de los casos podrían aceptar la bisexualidad de la parte activa de la pareja.
El libro de “Las Mil y una noches” está repleto de historias de hombres y adolescentes varones afeminados, que en todo momento se describen como un híbrido entre el hombre y la mujer, y lo que en castellano se denomina “marica”, que por cierto recuerda a la palabra nâricâ, del idioma avéstico, una de las más antiguas lenguas de la familia indoeuropea, utiizada en Irán durante el primer milenio a.C. Nâricâ, es sinónimo de “mujer bondadosa” y también de “Joven imberbe afeminado”. Quizá los marineros de la península ibérica que viajaban al Golfo Pérsico hubieran adoptado el término para integrarlo en su lengua…
La milenaria literatura masculina persa es la viva imagen de vida de sus autores y sus relaciones afectivas con otros varones. Uno de esos relevantes poetas clásicos es Moslehoddin Sa’di Shirâzi (1184-1291), autor del famoso poema que adorna la entrada de la sede de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York y que los niños iraníes de primaria aprenden y memorizan:
Bani âdam a’Zâ-ye yek peykarand
Keh dar aafarinesh ze yek goharand Keh dar âfarinesh ze yek goharand
To kaz mehnat-e digaran bi ghami ……
To kaz mehnat-e digarân bi ghami
nashaayad keh namat nahand aadami nashâyad ke namat nahand âdami
Partes de un mismo cuerpo, de los seres humanos
a partir de la misma esencia, fuimos creados
…..
Así pues, si no te importa el dolor de los demás
que te llamen ser humano, tampoco merecerás[1].
Librepensador, casado, devoto y al mismo tiempo convencido hedonista, refleja este universo en sus dos destacadas obras: el Bustân, “El jardín de las fragancias”, y Golestân,“El jardín de las flores”, donde derrocha constantes elogios al dust un tipo de “amigo especial” siempre de género masculino.
Recordando la tradición de la poesía romántica persa durante la era safávida, el historiador iraní Ehsân Yârshater resalta: “Como regla, el emplear la palabra “amante“ no hace referencia una mujer, sino un hombre joven. En los primeros siglos del Islam, las incursiones al Asia Central produjeron muchos esclavos jóvenes. Los esclavos se adquirían o se recibían como regalo. Tenían por función servir como pajes en la corte o en las casas de los cortesanos, o así mismo como soldados o guardaespaldas. Los hombres jóvenes, fueran o no esclavos, servían el vino en banquetes y recepciones, y los más dotados entre ellos podían interpretar música o mantener una conversación cultivada. El amor entre jóvenes pajes, soldados o novicios pederastia fue sujeto de las introducciones líricas a los panegíricos desde el inicio de la poesía persa y del ghazal[2]“.
El apasionado y apasionante Mohammad Shamsodin Hâfez (1325-1389), el más venerado de los poetas iraníes, se dirige abiertamente en sus versos al “hermoso muchacho“, que en algunos versos denomina Sâhed “El amado” y con el que establece placenteros y secretos Sâhed -Bâzi, “juegos con el amado”.
Ahora bien, paralelamente a esta bisexualidad consentida y casi glamorosa, existía la homosexualidad perseguida. A este último grupo pertenece Hasan ben Hâni Hakami, más conocido como Abu Nuwâs (750–810), “el poeta de los homosexuales“, irani de habla árabe cuyos versos desprenden una abierta y sin complejo pasión por el sexo masculino. Abu Nuwâs en aquellos siglos pagó su atrevimiento pasando largo tiempo en la cárcel, y lo que es más impresionante, aun hoy, siglos después, Khamriyât[3], sus poemas báquicos, siguen estando prohibidos en muchos países musulmanes. En 1932 el gobierno egipcio mandó suprimir de sus obras todos los versos relacionados con el amor homosexual, para en 2001 prender fuego (por orden del Ministerio de Cultura), unos 6000 ejemplares de su libro.
La persecución de estas prácticas y relaciones sexuales no es exclusivo del Islam. El Corán en realidad lo que hace es retomar el relato que aparece en el Antiguo Testamento sobre Sodoma y Gomorra. Tanto el judaísmo como el cristianismo también prohíben y persiguen a los homosexuales. Así se narra cómo los habitantes de la ciudad maldita despreciaban a sus mujeres mientras pretendían violar a los ángeles que Lot hospedaba en su casa: «¡¿Vais a cometer una obscenidad que nadie nunca antes se atrevió a perpetrar?!», exclamó el patriarca, quien incluso llegó a proponer a los agresores: «Mis hijas serían más puras para vosotros». Pero lejos de aceptar esta propuesta, los habitantes siguieron en su empeño. «Ya sabes que no queremos a tus hijas; tu sabes lo que queremos», respondían los que golpeaban su puerta con la intención de derribarla. Ante tal comportamiento, Dios destruyó a todo el pueblo (un castigo colectivo para enmendar el “delito” de unos cuantos) con una lluvia de fuego y azufre, salvando sólo a Lot y su familia.
Este relato permite que todas y cada una de las condenas de la homosexualidad que se realizan en territorios del Islam vengan acompañadas de una evocación de las reprobables acciones de los vecinos de Lot, que en su demostración de hospitalidad hizo lo que ningún padre haría: ofrecer sus niñas vírgenes (y por lo tanto menores en aquella época) a unos hombres violentos y de terribles intenciones. En el reproche a la homosexualidad El Corán pregunta: “¿Cometéis una indecencia que ninguna criatura ha cometido antes? (7:80)
Sin embrago, esta práctica sexual había existido en aquella región con anterioridad, de forma abierta y sin culpas. Uno de los documentos encontrados en la antigua sumeria titulado “Guilgamesh y la tierra de los vivos” refleja el desenfrenado encuentro entre Guilgamesh, el héroe babilonio, con su sirviente, Ankido:
” Luego, se fundieron,
como dos toros en combate.
Las columnas de la ciudad se derrumbaron
Y las paredes de las casas vibraron.
Guilgamesh se colocó encima de Ankido
Le abrazó y le hizo el amor
Como si lo hiciera a una mujer”.
La desaprobación del Corán a esas practicas homosexuales no va acompañada con la recomendación de un castigo concreto. A pesar de ello, y considerados como “desviaciones sexuales” y “actos antinaturales”, esta opción sexual es tratada en otros libros religiosos del Islam no sólo pecado sino un delito punible. La insistencia de que, tal y como sucedió en Sodoma y Gomorra, los protagonistas han de recibir castigo “divino”, hace que las autoridades de distintas corrientes jurídicas del Islam propongan penas que empiezan por una multa y terminan con meses o años de prisión e incluso con la muerte.
La lapidación forma parte de esos castigos en algunos regímenes islamistas. Lo irónico es que apedrear hasta la muerte a aquellos que han cometido “delitos” sexuales, no existe en el Corán y, en cambio, si aparece en la Biblia. En el texto de referencia de los judíos y los cristianos, esta pena se lleva a cabo para castigar “delitos” como la homosexualidad, la violación, a aquellas novias que no llegaban virgen al matrimonio (la de él no se cuestionaba, desde luego) e incluso a las hijas que desobedecían a sus padres. Un ejemplo de estas órdenes es el siguiente texto de Deuteronomio, 22:23-240 sobre el adulterio: “Si una muchacha virgen está prometida a un hombre y otro hombre la encuentra en la ciudad y yace con ella, sacaréis a los dos a la puerta de aquella ciudad y los lapidaréis con piedras, de suerte que mueran.”
El apedreamiento era una tradición semítica (judeo-árabe) de Oriente Medio que pasó a ser recogida por la jurisdicción islámica y aplicada en los países conquistados, como Irán, donde no existía antes de su Islamización en el siglo VII. Sólo la influencia del Antiguo Testamento sobre el código penal islámico permite entender cómo la interpretación de un versículo del Corán termine integrando esta forma de castigo público, cuya función no es otra que “pedagogía de miedo”.
El versículo 82 del capítulo 11 del Corán hace una referencia al pueblo de Lot y recuerda : “Y cuando vino Nuestra orden, la volvimos de arriba abajo e hicimos llover sobre ella piedras de arcilla a montones”. Aparece, así, la estremecedora lluvia de piedras que a partir de este momento podrá caer sobre cualquier desgraciado, hasta morir. Sin embargo, si Alá hubiera asignado este terrorífico fin para cualquier “pecado” o “delito”, lo hubiera manifestado en el Corán, del mismo modo que ha determinado el número preciso de latigazos que deben recibir los adúlteros, por ejemplo.
El debate sobre la condena a la homosexualidad continúa en la actualidad en los círculos religiosos mientras las sociedades musulmanas toman postura entre la indiferencia, la aceptación y el rechazo, acostumbradas de convivir con discreción con este tipo de opción sexual.
Ser gay, siendo creyente
Pecado, delito, maldición… las tradiciones, los mitos religiosos y culturales y el sistema educativo presentan la homosexualidad como un comportamiento “indeseable, pervertido, anormal y trágico”. Estas actitudes y estos valores están profundamente enraizados en la tradición teológica, moral y legal de sociedades musulmanas. Sin embargo, en determinadas comunidades las primeras experiencias sexuales entre los adolescentes y jóvenes varones suele practicarse entre ellos y, si es con una mujer, será con una adulta casada, alguna viuda de la vecindad…
Antes de que los domicilios se dotaran de su baño privado, los hammâm, baños públicos, eran espacios donde el niño desde pequeño podía encontrarse con otros de su mismo sexo y descubrir sus deseos y opciones. En estas saunas, delimitados y separados de las mujeres, los adolescentes y jóvenes varones estaban largas horas juntos sin levantar sospechas. Incluso hoy en día, dos chavales pueden dormir en la misma habitación y en la misma cama de un mismo domicilio u hotel, de modo que si se producen encuentros homosexuales, pasarán desapercibidos.
A muchos turistas occidentales que visitan los países musulmanes les sorprende ver que personas del mismo sexo puedan pasear cogidos de la mano paseando sin que en la mayoría de los casos se trate de homosexuales. La explicación no es menos sorprendente: si las costumbres impiden que una pareja manifieste su afecto en público, sí que considera de buen gusto estas expresiones amigables de los hombres entre sí y del mismo modo entre mujeres.
En Egipto la homosexualidad no está prohibida pero sí los “comportamientos inadecuados en público” que podrían llevar a la pareja a prisión, de ahí que existan puntos de encuentro semiclandestinos “de ambiente”, como restaurantes, hoteles o barberías frecuentados por los gays.
Pero, en fin, se trata de una excepción… En los países del Islam, la mayoría de estos chicos se plantean casarse con una mujer y tener hijos con ella… y no sólo por guardar las apariencias ni por no afrontar el calvario que mezcla vergüenza, miedo al rechazo familiar y social, la prisión y la amenaza de muerte, sino también por las raíces históricas y connotaciones culturales que acompaña a la practica homosexual en Oriente. No se trataría de una contradicción ni esquizofrenia, sino de una asimilada compatibilidad, en el que el hombre separa el sexo y confidencias de la mujer que atiende su hogar y con la que tiene hijos.
Por otro lado, eso de “salir del armario” es tan peligroso que muchos prefieren optar por tratamientos, el suicidio, huir… o la doble vida.
En una reciente entrevista[4] el escritor marroquí Abdellah Taïa, recuerda con ironía que llegó a sentirse un verdadero “héroe” cuando en enero de 2006, reconoció públicamente su condición de homosexual en el semanario independiente marroquí ‘Tel Quel’. Con esta decisión se convirtió en el primer intelectual de su país en declarar abiertamente su homosexualidad con nombre y apellidos, pues en el artículo 489 del Código Penal prevé penas de seis meses a tres años de cárcel. Para el escritor, aquella fue una oportunidad para hacer una reivindicación que “no era sólo sexual, sino identitaria”.
Una vez tomada la decisión, la respuesta fue dolorosa: insultos en los medios, su hermano pequeño no podía salir a la calle… “Mi sufrimiento no es nada comparado con los gays que han estado en la cárcel o, por ejemplo, el de ese estudiante de Fez al que los islamistas hicieron un juicio hace dos años por ser homosexual (…) Lo bueno es que ahora con el asunto de la supuesta boda gay en Alcazarquivir (seis homosexuales fueron a la cárcel por ello), se ha abierto un debate sobre este asunto”.
Defendiendo su identidad, Abdellah Taïa recuerda que la homosexualidad está presente en la cultura popular marroquí y pone como ejemplo a “esos hombres que se disfrazan de mujer en la plaza Jmaa el Fna sin que ocurra nada o las romerías donde tradicionalmente ha habido una gran tolerancia sexual. … los marroquíes, en privado, son una gente muy libre. El problema es el control de la sociedad”.
Uno de los temores de la familia del escritor es que su condición homosexual le impidiera ser musulmán… algo que él niega. La fe no tiene nada que ver con los sentimientos. Como este escritor, hay creyentes homosexuales que piensan que Dios les ha creado así y, por tanto, disfrutan de su sexualidad sin complejo. La Asociación musulmana al-Fatiha[5], formada para defender los derechos de los homosexuales de las sociedades musulmanas, agrupa a gays de unos 20 países y tiene como objetivo demostrar que es posible reconciliar la sexualidad de su integrantes y la religión. Su lema es: “Si somos como somos es porque dios nos ha creado así”. Los componentes de la agrupación consideran las condenas religiosas como algo caduco e interpretan que el Corán se muestra en contra de la lujuria homosexual pero no dice nada sobre el amor homosexual.
La identidad religiosa no es patrimonio de ningún grupo, así lo reivindica la Sociedad Arabe de Gays y Lesbianas (GLAS), que defiende esta opción sexual desde dentro del Islam. Establecida en 1988 en los Estados Unidos reúne a los homosexuales de 25 países de fe musulmana, que utilizan Internet para comunicarse e intercambiar información. Otra organización de este tipo es la libanesa Helem, “sueño” en árabe. Fundada en 1999 para luchar contra la discriminación social y legal de los gays y lesbianas de este país, entre sus principales tareas es informar a los jóvenes del contagio de enfermedades de trasmisión sexual, al tiempo de que les recomienda que no hagan pública su homosexualidad si no pueden enfrentarse a las represalias sociales y económicas. En esta misma línea se mueve, en el exilio, la agrupación iraní Human[6].
El panorama para las personas homosexuales de ambos géneros está cambiando lentamente dentro del mundo islámico, fiel reflejo de ello fue la celebración, en julio de 2008, del primer Congreso de Parejas gay y lesbianas y transexuales del mundo musulmán, que se organizó en Indonesia.
Los medios de comunicación y la cultura de masas favorecen estos nuevos aires. El cine es uno de los vehículos más potentes para que la población se plantee y acepte otros modelos de relación. «A Yihad for love» (2007), película del director de cine Parvez Sharmâ, de credo musulmán y de nacionalidad india, reivindica que la sexualidad, al igual que la religión, es un asunto muy personal. Su objetivo es que “la gente deje de pensar que los homosexuales son personas que violan a sus niños».
Como todo creador, Parvez Sharmâ sabe que la ficción tiene consecuencias en la realidad. Casi diez años antes, en 1999, se exhibió en las salas de cine iraníes el largometraje “Âdam Barfi”, “Muñeco de nieve”, una comedia negra dirigida por el iraní Dâvud Mirbâgheri. La película trata de un hombre que se disfraza de mujer para casarse con un norteamericano y obtener la residencia. Pues bien, el hecho de que el protagonista cambiara de rol (acto que prohíbe la Shari’a), fue la causa de que, después de unas semanas de exhibición, la película fuese prohibida. Hay un hadiz que cita del profeta Mahoma ”Dios maldiga hombres que se visten de mujer y mujeres que se visten de hombre[7]” en la misma línea de la Biblia (Deuteronomio, 22:5) que afirma “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es á Jehová tu Dios cualquiera que esto hace”.
El asunto probablemente hizo reflexionar a muchos ciudadanos iraníes, acostumbrados a que, en las ceremonias religiosas llamadas Ta’izyeh, “duelo ritual”, los hombres se disfracen de mujer. La tradición impedía que ellas actuaran en público, una solución parecida a la que se llevaba a cabo en el teatro medieval europeo. Estos Ta’izyeh hace siglos que escenifican en la calle el trágico martirio de Hoseyn, nieto del profeta y el tercer santo del chiísmo, producida en el año 61 del calendario musulmán (680 d.C.) durante la emboscada Kerbela. Este tipo de ritos religiososa veces de origen preislámcio, han hecho que Irán se convierta en el único país del Islam donde se han desarrollado artes visuales como la representación teatral con hombres, y hombres vestidos de mujer, a pesar de las prohibiciones religiosas.
En este tema, como en tantos otros asuntos, los países islámicos no forman un bloque sólido y, por tanto, su evolución va a diferentes ritmos. Si en 26 estados de mayoría musulmana, esta opción sexual es delito, existen países que, como Egipto, empiezan a tolerar su existencia. En Túnez, no se persigue los actos homosexuales siempre y cuando no se exhiban y permanezcan en secreto. Por supuesto, tanto en uno como en otro, este trato “neutral” se rompe si los protagonistas viven en una zona rural. Allí no son las leyes, sino la burla, la vergüenza y las presiones del entorno lo que les hace daño. Bosnia es el único país musulmán donde se celebra libremente el día del orgullo gay a pesar de las protestas de los grupos religiosos.
Frente a ellos se encuentran países como Malasia, cuyas leyes no se fundamentan en la Shari’a, sin embrago el artículo 377 de su código penal condena las “conductas antinaturales” de los homosexuales a 10 años de cárcel. Si se demuestra que hubo penetración, la pena se eleva a 20 años. En Jordania y Sira esta pena alcanza los cinco años, situaccón similar a Libia que, desde la llegada de Gaddafi al poder en 1973 y la reforma del articulo 407 del código civil, ha rebajado los años de prisión hasta tres y cinco años. Bangla Desh y Pakistán contemplan por igual los actos homosexuales y los de zoofilia. Ambos son condenados como relaciones contra natura y los castigos pueden sumar hasta diez años de privación de libertad.
Las sohakiyas
Los árabes utilizan la palabra sohakiya para designar a las mujeres que aman a otras mujeres. La existencia de este término junto a verbos como Tabagh zadan, en persa, o el árabe mosâheghe demuestran que las relaciones homosexuales entre mujeres han existido, pese a todas las prohibiciones.
Para un hombre musulmán (igual que para otros credos), esta opción es incomprensible. No pueden entender cómo pudiendo tener a un hombre a su lado, una mujer se enamore o se relacione sexualmente con otra. Incluso en un libro transgresor como “Las Mil y Una Noches” las relaciones lésbicas se asocian con las brujas, mujeres de poderes sobrenaturales pero perversas. Sin embargo, este grupo está formado por féminas de carne y hueso que con coraje, empiezan a hacer públicas sus opciones. Irshad Manji, una periodista feminista musulmana, nacida en 1968 y de origen canadiense, defiende abiertamente que es posible ser homosexual y al mismo tiempo creyente, como es su caso.
Por deseo hacia las mujeres o por rechazo a los hombres, las lesbianas encuentran caminos oficiales y alternativos para llevar adelante su opción sexual. Como sucede en cualquier lugar del mundo, muchas de ellas se casan a pesar de su condición, o frustradas y aburridas de sus maridos (hombres que desconocen el abecedario del cuerpo femenino, desde la “A” hasta la “Z donde se pierde el punto “G), combinan esta opción con una vida “reglamentaria“.
Existe un tercer grupo que responde a las sociedades cerradas en los que la sexualidad es un tabú o un terreno minado por las leyes. Lo forman aquellas chicas que, para no perder la virginidad y ante el miedo de ser pillada con un chico, encuentran en otras mujeres los abrazos y caricias que cualquier ser humano necesita. Olvidan (o simplemente rechazan) aquellos caminos que la tradición ofrece a las que quieren echar una cana al aire sin que el asunto deje huella. Desde la antigüedad, las niñas que perdían la virginidad en una travesura o en una violación eran protegidas por las mujeres de la familia, cuyo proceder era sencillo: se encargaban de que en la noche de bodas el novio (a quien nadie pedía el carné de virginidad), tomara un peligroso pero delicioso cóctel hecho de hierbas alucinógenas, alcohol y drogas para que no se diera cuenta de que su mujer ya había perdido el mitificado himen. Esta artimaña viene funcionando desde hace miles de años, antes de que la medicina moderna presentara su formula mágica y restaurara hímenes con una simple operación: la “himenoplastia”.
Por supuesto, de forma inmediata los líderes religiosos dan respuesta a estas innovaciones científicas, que constantemente perturban el orden establecido. Su respuesta no es siempre represiva. El máximo líder religioso egipcio, el gran mufti Ali Gomaa ha redactado una fatwâ (edicto religioso) sobre este tema, declarando halâl (“legítimo, permitido”) este tipo de operaciones. En su argumentación explica que ninguna familia debe sufrir por la pérdida del “honor” de su hija y las terribles consecuencias sociales que cada año dejan decenas de cadáveres de mujeres asesinadas en los llamados “crímenes de honor”. Además, su edicto afirma que una mujer que ha tenido relaciones sexuales antes del matrimonio pero se ha arrepentido sinceramente no está bajo ninguna obligación de informar a su marido de su condición sexual. Esta reflexión resulta increíble en oídos de muchas musulmanas que crecen sometidas al miedo de perder esta maldita membrana ya no por tener relaciones sexuales sino por un accidente, hacer deporte o incluso algo tan inocente como caer de un árbol.
Para defender su edicto, este mufti utiliza el racionamiento, una de las fórmulas islámicas de adaptación de las normas fundamentales a los nuevos tiempos: “ un hombre no tiene derecho a exigir la prueba de virginidad a una mujer si no puede aportar la prueba de su propia virginidad”. Y refuerza su postura con la ayuda de Alá “No es racional pensar que dios haya puesto un signo que manifieste la virginidad de la mujer sin haberlo hecho también en los hombres“[8].
Al tomar esta postura desde dentro del mundo musulmán, el líder religioso de la mayor corriente del Islam, el sunnismo, se convierte en el revolucionario Gomaa. De un manotazo pone fin a la creencia popular arraigada en los cuatro costados del planeta y en buena parte de la historia monoteísta de la humanidad que identifica el himen como el lugar de residencia del honor de la mujer. En esta misma línea, el Ayatolah Eshâgh Alfyâz, de origen afgano y uno de los lideres más destacados del chiismo iraqui, que está a favor de separar el Estado de la religión, ha apoyado en otra fatwâ la reconstrucción del himen. Lo defiende incluso en casos de zenâ (adulterio de mujeres no casadas), una apertura moral que le lleva a autorizar, incluso, el aborto, en caso de un embarazo fruto de la dicha relación[9].
Volviendo a las lesbianas, el cine también abre las puertas a su integración social. Las libanesas pueden verse reflejadas en el espejo fílmico gracias a la película “Caramel” (2008). En ella, la directora Nadine Labaki recoge los secretos confesados de una adultera y de una lesbiana en un lugar íntimo como un salón de belleza. La película no ha sido prohibida hasta el momento, señal de que la sociedad, de alguna manera, está preparada para asumir este imaginario.
Atrás queda la polémica protagonizada por la actriz iraní Farzaneh Tai’di. Sucedía allá por el año 1971, tras el estreno de la película Gheir az khodâ hich kas nabud, cuya traducción literal sería “Salvo Dios no había nadie” y que vendría a significar “Érase una vez”. En ella, la actriz representaba el papel de una lesbiana, con escenas de sexo algo explicito, lo que originó la prohibición de su exhibición en las pantallas del cine.
Pese a los nuevos tiempos, en la mayoría de los países musulmanes el hecho de que dos mujeres se reconozcan homosexuales públicamente constituye un delito.
[1] Adaptación poética al castellano de Ricardo Roízo Barbero, coautor del libro Robaiyat de Omar Jayyâm, junto con Nazanin Amirian, editado por DVD ediciones, 2002, Barcelona.
[2] Yar-Shater, Ehsan. 1986. Persian Poetry in the Timurid and Safavid Periods, Cambridge History of Iran. pp.973-974. 1986 (es.wikipedia.org/wiki/Literatura_persa)
[3] Existe una traducción de árabe al catalán realizada por Jaume Ferrer y Anna Gil, editada por Proa, Barcelona 2002.
[4] Público, 28-09-08, entrevista realizada por Trinidad Deiros
[5] www.al-fatiha.org/
[6] www.homanla.org/ -
[7] Cita de Nahjolfasahe, volumen II, pagina 473, http://www.e-resaneh.com/Persian/Imam%20MAHDI/Maghalat/simaye%20mardan.htmy
[8] http://eteraz.org/story/2007/2/21/9248/13627
[9]http://www.alarabiya.net/articles/2008/07/16/53205.html (en persa)