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Nazanin 

Si uno, además de poseer la fuerza militar más mortífera del planeta y los principales medios de comunicación, controla la economía mundial y casi la totalidad de los organismos internacionales, ¿que necesidad tiene de envolver sus verdaderas intenciones en papel de regalo? ¡Al carajo la diplomacia y la opinión publica! A Trump, este hombre insignificante y vulgar, que sin su dinero sería menos todavía, no le va “leading from behind” (liderar desde atrás), y no por valiente, sino porque usa los recursos del Estado más poderoso del mundo. Por lo que no sólo puede reírse de Zelenski y ningunear a los aliados europeos, sino algo que los demás presidentes de EEUU ni se habrían atrevido: ignorar a Israel y al carnicero de Gaza, Benjamín Netanyahu. Así, Trump negoció directamente con Hamas la liberación de los rehenes (¡estadounidenses!); firmó la tregua con los hutíes yemeníes y, lo que es aún más humillante para Israel, en su primer viaje presidencial, que lo fue a Oriente Próximo, y al contrario de lo que hizo en 2018, ni siquiera hizo parada en el país.

No se trata solo de que Netanyahu ya es un cadáver político y ha cumplido con su función para consolidar el poderío de EEUU en la región, y ahora le perjudica, sino que el actual presidente republicano de EEUU, que se apoyó más en el voto de la comunidad evangélica de EEUU, que no la judía (que son más demócratas), esté degradando las privilegiadas relaciones de Tel Aviv con Washington, en favor de los Estados árabes del Golfo Pérsico con un guiño a los ayatolás de Irán, que suman las principales reservas de gas y de petróleo del mundo. ¿Qué utilidad tiene hoy Israel para un EEUU que ya cuenta con decenas de bases militares y cientos de miles de soldados y mercenarios en la zona?

Gaza como protectora de EEUU

Trump ha permitido que continuara el genocidio palestino (sin alimento, agua, material médico y bajo intensos bombardeos), mientras sueña con convertir a la Franja en Las Vegas con el dinero de su gente masacrada. Según Reuters, su plan es instalar un Gobierno de transición encabezado no por un títere nativo como en el colonialismo moderno, sino por un estadounidense con pedigrí. Así, Gaza se quedaría bajo la jurisdicción de EEUU, con un estatus especial como Guantánamo o las Islas Vírgenes.

Un grupo de personas inspecciona los restos de una escuela atacada por el Ejército de Israel en ciudad de Gaza

No es la primera vez que lo hace: en Libia, tras sepultar a decenas de miles de sus habitantes bajo las cenizas de sus bombas, y linchar a su jefe de Estado, Muamar el Gadafi, con la intervención directa de la criminal de guerra Hilary Clinton, el país fue destruido y convertido en un Estado fallido para quedarse con la primera reserva de petróleo de África y levantar bases militares en la África Mediterránea. Por cierto, ¿dónde está aquel sector de la izquierda que apoyó la agresión militar de la OTAN al país más próspero de África, hoy convertido en la tierra de dolor, muerte y esclavitud?

Solo en las últimas cuatro décadas, EEUU y sus socios han matado a cerca de 2 millones de personas en Irak, Afganistán, Yugoslavia, Yemen, Siria, Libia, Sudán, Somalia (e incluso Irán, al imponerle agresivas sanciones), y han expulsando de sus hogares a cerca de 50 millones de personas. Tampoco es nuevo que Washington mande a un socio menor para el trabajo sucio y no mancharse las manos: en Yugoslavia envió a la OTAN de Javier Solana, y en Libia a la del delincuente Nicolas Sarkozi.

Lo nuevo, en este escenario, es el choque entre EEUU e Israel.

Historia del gas gazatí

Pocas semanas después de la invasión de Israel a Gaza en octubre de 2023, bajo el pretexto del asalto de Hamas, su régimen concedió licencias de exploración del gas natural en las zonas marítimas palestinas a varias empresas nacionales e internacionales. Que una potencia militar como Israel carezca de tres elementos esenciales —petróleo, territorio y agua—, para hacerse con el control de la región, y que dichos elementos se encontrasen en los países vecinos, explica en gran parte su militarismo. El gas de Gaza (al igual que el de Siria y del Líbano) y la inseguridad energética de Israel, están marcados por varios acontecimientos:

-La caída del Sha de Irán en 1978, que privó a Israel del 60% del crudo que importaba.

-La devolución de la península del Sinaí y sus campos petrolíferos a Egipto en 1982, que cubrían el 20% del consumo energético del país hebreo.

-El descubrimiento de grandes yacimientos de gas en las costas mediterráneas de Israel, Gaza, Siria y el Líbano en 1990, por British Gas (BG Group). A los gazatíes les tocaban 1,4 billones de pies cúbicos de gas, por el valor de 4.000 millones de dólares. Esta es la fecha del inicio de un complot israelí para robar la totalidad de los recursos naturales de estos pueblos vecinos.

-La fuerte campaña de acoso y derribo contra Yaser Arafat, presidente de la Organización para la Liberación Palestina (OLP) —que entonces gobernaba Gaza— por parte de Israel y también del régimen islámico de Irán —que no soportaba una OLP de nacionalistas árabes y comunistas (y patrocinó a la extremaderecha islamista chiíta y sunnita de la Yihad Islámica, Hamas y Hezbolá)—. Así como el fin de la Unión Soviética, la superpotencia que respaldó activamente a los grupos progresistas palestinos en 1991 y la agresión militar de EEUU y sus aliados a Irak el mismo año —cuyo presidente Sadam Hussein era el único líder árabe con estrechas con Arafat— surtieron efecto. Para salvar a su pueblo, la OLP no sólo tuvo que firmar los acuerdos de Oslo, sino también un contrato con British Gas (en 2000) por el que esta firma se llevaba el 60% de los beneficios de la explotación. También firmó otro con la empresa greco-libanesa Consolidated Contractors, que se metía en el bolsillo el 30%, mientras que el pueblo palestino recibía sólo el 10%.

En busca de energía, Israel también presionó a Egipto para que le suministrara su gas desde el Delta del Nilo. No lo consiguió por dos razones:

-La opinión pública egipcia, impactada por la Segunda Intifada palestina en 2000, impedía a la dictadura de Hosni Mubarak hacer un trato con Israel.

- Las presiones del Reino Unido, y su primer ministro británico Tony Blair (además de criminal de numerosas guerras, el comisionista de los negocios turbios de los jeques saudíes), a Israel para que firmara el contrato con BG, y suspendiera sus acuerdos con El Cairo.

Cuando en 2006, la rama palestina de los Hermanos Musulmanes egipcios, el movimiento de resistencia islámica (Hamás) —respaldado tanto por los ayatolás de Irán como el Partido Demócrata de EEUU, por su faceta anti wahabismo saudí—, es elevado al poder en la Franja de Gaza, Israel consigue su objetivo. Puesto que las leyes internacionales impiden a las compañías comerciales firmar acuerdos con organizaciones calificadas de terroristas, los palestinos tendrán que olvidarse de la inmensa fortuna que hay debajo sus pies.

Hoy, 20 años después, la otra tentación israelí, la de apoderarse también del gas de Siria, se ha materializado, con un jefe de al Qaeda gobernando en Damasco y una decena de bases militares de EEUU explotando el petróleo sirio.

“Donde haya petróleo, estará Israel”. El olor a fuel llevó al Estado sionista a la guerra del Caúcaso en 2008: cientos de asesores militares israelíes participaron en el ataque del ejército de Georgia a Osetia del Sur, uno de las principales rutas de los oleoductos y gaseoductos estratégicos del mundo. Como premio, recibiría posteriormente cerca del 20% del crudo que consume a través del oleoducto que conecta Israel con Azerbaiyán, Georgia y Turquía, mientras la compañía israelí Merhav explota el gas de Turkmenistán —la cuarta reserva mundial del gas y la que llevó a la OTAN a ocupar Afganistán—. Curiosamente, estos cuatro países comparten sus fronteras con Irán (país rodeado por decenas de bases militares de EEUU), una de los principales reservas mundiales del hidrocarburo, y el último integrante del Eje del Mal. ¿Sabían que las sanciones contra Irán han convertido a Israel en el vendedor de petróleo a los países que eran clientes de Irán, como Japón, por ejemplo?

Desde entonces y bajo diferentes pretextos (como liberar al soldado Guilad Shalit en 2011 ), se aceleró el plan de “cantonizar” Palestina y obligar a morir o marcharse a la gente de sus tierras. El octubre del 2023 se desató la apocalipsis palestina.

La apropiación del gas gazatí (sirio y libanés, también), le permitirá a EEUU mantener las sanciones sobre el gas ruso, y abastecer a Europa de energía. Esto también explica la inactividad de Bruselas para poner fin al horror que están sufriendo los palestinos.

En esta visita de Trump a Oriente Próximo, llamaron la atención dos hechos más: la visita sorpresa a Irak, otro puntal del “nacionalismo árabe” convertido en colonia de EEUU. En este país, cuya importancia para George Bush era principalmente su ubicación, en el corazón de la región, y en menor medida su petróleo. El Pentágono y al CIA cuentan con una mega base de operaciones, dentro de la embajada de 42 hectáreas, con 1.350 empleados, con un coste inicial de 700 millones de dólares, que la convierte en la más grande del mundo. Su principal tarea es gestionar el control de EEUU sobre los recursos naturales y las rutas comerciales de la región, y mantenerlos fuera del alcance de China, mediante un corredor.

Por esta misma razón, en 2015 se puso a ampliar su sede diplomática en Beirut, que ya tiene 17 hectáreas en un país de seis millones de habitantes.

En el marco del Foro de Gas EastMed en 2019, Hamas y EEUU ya habían acordado la explotación de estas reservas de gas, y la construcción de un gaseoducto de 2.000 kilómetros que transportaría el gas palestino a Europa. Sin embargo, la retirada de Joe Biden del proyecto, por sus altos costes y también la inseguridad de la zona, congeló el proyecto. Si alguien ha pensado que este “problema” se va a solucionar, está más que equivocado: en la agenda del establishment estadounidense hay lugar para más guerras en Oriente Próximo.

Israel es capaz de impedir que Trump firme el acuerdo nuclear con Irán de manera que este gigante -con independencia de quién lo gobierne- recupere su lugar en la zona, convirtiéndose en un verdadero rival comercial para su hegemonía regional. ¿Tendrá Netanyahu sus días contados?

 

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibe al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en la Casa Blanca.