Desde que Samuel Hantington lanzó su doctrina de “choque de civilizaciones”, como disfraz doctrinal  al servicio de la nueva conquista de los países con aroma a petróleo por EEUU y sus aliados, proliferan encuentros del “dialogo de civilizaciones” entre los representantes de diferentes religiones del mundo, con el fin de retener las nefastas consecuencias sociales de aquella hazaña civilizadora de los buenos contra los malos. Una teoría que oculta el principal problema del mundo, – el hambre que sufre la mitad de la humanidad-, para inventar el conflicto entre  culturales (¡incitando a un peruano cristiano sin tierra, por ejemplo, que luche contra el afgano y musulmán más pobre que él!), y de paso anula a la ONU como instancia mediadora en los conflictos, y la sustituye por Estados Unidos como el máximo representantes de la civilización judeo-cristiana, y con el derecho exclusivo de sacar a los bárbaros de su estado salvaje.
Ahora bien, su supuesto antitesis, el dialogo de civilizaciones tampoco se salva por sus dudosas intenciones.
Primero, confunde la religión -sistema de ideas fantásticas y sobrenaturales acerca de la creación-, con conceptos más amplios como la cultura (costumbres, códigos, modo de ser, y  creencias de un pueblo determinado en un territorio concreto) , y con la  civilización, ese conjunto de conocimientos, valores y actividades que han cohesionado a un pueblo durante siglos y han creado un inconsciente de unidad, (¿entre un indonesio y un árabe?!).
. ¿A alguien se le ha ocurrido analizar la situación de los mejicanos con la de los rusos, ambos pertenecientes al “mundo cristiano”? Simplificar complejos países, borrar su pluralidad y sus diferencias bajo el nombre de pertenecer una creencia es un flaco favor a la democracia en estos territorios, y fortalece a una determinada forma de vivir y de ver el mundo.
A parte de estas aberraciones seudoientificas, ¿no es verdad que el cimiento de la democracia es reubicar a la religión en la conciencia privada de cada uno, restando su protagonismo en el espacio publico?
 ¡Dejen de convertir la fe en la compleja seña de identidad de las personas! ¡Dejen en paz la religión y dediquen esos ingentes euros que se gasta en inútiles eventos, y dedíquenlos a resolver los gravísimos problemas de vida y muerte de cientos de millones de creyentes y no creyentes!