Coincidiendo con el Nouruz, ha sido publicada en castellano la gran novela de Iraj Pezeshkzad, Dai Jan Napoleón, bajo el título de Mi Tío Napoleó.
En el dossier presentado por la Editorial, leemos lo siguiente:
se trata de una de las más popular novelas de la
literatura iraní de los últimos cien años.
Autor: Iraj Pezeshkzad
Introducción: Nazanín Armanian
Traducción: Víctor Fuentes Morata y
Nazanín Armanian
PVP: 29,95 €
Formato: 13 x 21 cm, 736 págs.
Los personajes de esta novela son tan
conocidos en Irán como en España Don
Quijote o Sancho Panza y sus coletillas y
frases hechas han pasado al persa
coloquial, al igual que la expresión “ser un
tío Napoleón”.
Esta divertida historia de amor, llena de adulterios, amores yd esamores, Fue prohibida por al censura de la
Novela de una una calidad literaria
excepcional, entroncada en la mejor
tradición persa de historias de amor.
Pezeshkzad lleva varios años sonando
como candidato al Nobel de Literatura.
Esta novela revela un Irán distinto, abierto, divertido, alegre,
y tierno. Motivos por los que la República Islámica la prohibió.
La novela se publicó en Estados Unidos por
una pequeña editorial, pero tuvo tanto éxito
que fue adquirida por Random House Nueva
York. En Francia será publicada
próximamente por Actes Sud, la editorial de
Stieg Larsson.
Han comparado el humor de Pezeshkzad
con el de P. G. Woodehouse.
“Una gran novela, deliciosa y
políticamente incorrecta.”
Azar Nafisi
“Una auténtica sorpresa, una
farsa irreverente y divertida.”
The Washington Post
Argumentos destacados:
Reseñas del libro Mi tío Napoleón
“Se la ha descrito como la más evocadora novela escrita sobre Irán en este siglo y, quién sabe, tal vez un día Pezeshkzad gane un premio internacional.”
Henry Kamen en El mundo
“El libro es una larga fiesta que va de una situación absurda a otra. No se puede parar de
reír mientras se lee. Una auténtica sorpresa, una farsa irreverente y divertida.”
The Washington Post
“Una gran novela, deliciosa y políticamente incorrecta.”
Azar Nafisi, autora de Leer a Lolita en Teherán “Les recomiendo que busquen la novela Mi tío Napoleón, de Iraj Pezeshkzad, y que la lean de principio a fin.”
Christopher Hitchens.
“El lector tendrá una imagen más equilibrada de Irán desde la perspectiva humorística de
esta novela que desde la imagen que proyecta a Occidente el actual régimen del país.”
Dick Davis, Ohio State University
“La imagen paranoica sobre iraníes lanzando misiles sin parar y buscando a Salman Rushdie por debajo de las alfombras puede quedar permanentemente alterada por esta
novela cómica maravillosa, uno de los libros más divertidos que podamos encontrar.”
Kirkus Reviews
“Un gran best seller y piedra de toque de la comedia iraní.”
Publishers Weekly
“Enormemente popular, se convirtió en una exitosa serie de televisión y aún hoy sigue disfrutando de una amplia y feliz circulación entre los lectores. Mi tío Napoleón cuenta con
una galería de personajes comparable al mundo de P.G. Wodeouse.”
Atlantic Monthly
“Un retrato divertidísimo y satírico sobre la vida en Irán.”
The Washington Times
“Pezeshkzad, como cualquier otro escritor de categoría, trasciende las fronteras culturales. Su literatura está llena de brío y humor.”
International Herald Tribune
www.aticodeloslibros.com
NOTA DE PRENSA
ÁTICO DE LOS LIBROS PUBLICA MI TÍO NAPOLEÓN, UNA DE LAS OBRAS MAESTRAS DE LA LITERATURA IRANÍ CONTEMPORÁNEA Y EL LIBRO MÁS DIVERTIDO DE TODOS LOS QUE PROHIBIÓ EL AYATOLÁ JOMEINI.
Ático de los libros publica MI tío Napoleón, de Iraj Pezeshkzad.
«Un caluroso día de verano, para ser exacto, un viernes 13 de agosto, a las tres menos cuarto de la tarde, me enamoré». Así comienza el relato del narrador, un muchacho de trece años que se enamora locamente de su prima Layli. Pero la vida de la familia está dominada por la figura del patriarca, un anciano obsesionado por la figura de Napoleón y que está convencido de que todo lo que sucede en su país y en su familia es culpa de los pérfidos ingleses.
Iraj Pezeshzad, diplomático y periodista iraní que actualmente reside en París, escribió con Mi Tío Napoleón una comedia delirante que, probablemente, sea la obra que más popularidad ha alcanzado en Irán en todo el siglo XX. Escrita en 1973, Mi tío Napoleón se convirtió inmediatamente en un best seller en Irán y fue adaptada a una serie de televisión que sigue encontrándose entre las más vistas de la historia en aquel país.
Aunque tras la revolución islámica el libro fue prohibido en Irán, eso no ha impedido que su popularidad siga intacta. La expresión «ser un Tío Napoleón» ha pasado al farsi coloquial para designar a aquel que piensa que todo es culpa de los extranjeros y los personajes de esta novela son tan conocidos por los lectores iraníes como lo son Don Quijote o Sancho Panza por los lectores españoles.
La novela no sólo demuestra el enorme talento literario de Pezeshkzad sino que además resulta endiabladamente divertida. El Atlantic Monthly ha comparado el humor de Mi Tío Napoleón al de las mejores novelas de P. G. Wodehouse.
Historiadores como Henry Kamen o escritores como Azar Nafisi han alabado la calidad y el valor de esta novela.
En un contexto como el actual, en el que en Irán se recrudecen las protestas contra el régimen que prohibió esta novela, es particularmente adecuado leerla, pues transmite una imagen de ese país que dista mucho de la que se proyecta desde su gobierno o nos llega a través de los medios.
Sinopsis de Mi tío Napoleón
Un viernes 13 de agosto a las tres menos cuarto de la tarde, el narrador, un niño de trece años, se enamora de su prima Layli. Estamos en Teherán a principios de la década de 1940 y el joven enamorado y varios de sus parientes viven en casas construidas en la misma parcela. El patriarca de la familia es un anciano, hermano de la madre del narrador, al que todos llaman el Querido Tío Napoleón porque está obsesionado con el militar francés. Para desgracia del joven enamorado, Layli es hija del Querido Tío Napoleón y eso va a complicar su inocente historia de amor.
El padre del narrador no aguanta los aires de grandeza que se da el Querido Tío Napoleón y pronto ambos se pelean. El joven protagonista trata de reconciliarlos para así poder estar más tiempo junto a Layli, pero no tiene éxito. Para colmo de males, se entera de que el Querido Tío Napoleón tiene intención de casar a Layli con Puri, un primo de la chica.
Al Querido Tío le entra el pánico cuando los ingleses invaden Irán, pues cree que le encarcelarán a él igual que hicieron con su ídolo. Con la llegada de los ingleses todos los que estaban haciendo el servicio militar en Irán son licenciados, lo que provoca el regreso a casa de Puri, que descubre las cartas de amor que el narrador ha intercambiado con Layli y se burla de él. El narrador, enfadado, le propina una patada en la entrepierna que
hace que le tengan que amputar un testículo y, por supuesto, retrasa la boda.
Pero el Querido Tío está cada vez peor de salud. Su manía persecutoria, que le hace ver complots ingleses por todas partes, y su corazón, empiezan a pesarle. Creyendo que le queda poco, hace que en el hospital donde le han ingresado se celebre la boda de Puri y Layli. El narrador se enterará a través de Asadollah, su mejor amigo.
Biografía de Iraj Pezeshkzad
Iraj Pezeshkzad nació en Teherán en 1928 y se educó en Irán y Francia, donde se licenció en Derecho. Ejerció como juez durante cinco años antes de incorporarse al servicio diplomatico iraní hasta 1979, momento en que abandonó Irán para exiliarse en Francia. Desde allí se unió
a los movimientos de repulsa a la revolución del Ayatolá Jomeini, y se ha distinguido por su continuada protesta contra el régimen islámico
iraní. Empezó a escribir a principios de la década de 1950, traduciendo las obras de Voltaire y Molière al persa y escribiendo relatos para revistas. Durante su exilio siguió escribiendo novelas y ensayos sobre la historia
de Irán y del Oriente Medio. Actualmente vive y trabaja como periodista en París.
Otros datos de interés sobre Mi tío Napoleón
Cuando era algo mayor que el protagonista de la novela, Iraj Pezeshkzad vivió una experiencia amorosa similar a la de nuestro protagonista, un historia de amor que no tuvo final feliz porque los padres de la chica de la que se había enamorado la casaron con otro.
El libro, a pesar de tener un éxito rotundo en Irán, pronto fue condenada por los mulás que acusaron al autor de formar parte de un complot para hundir a Irán. En un giro irónico de los acontecimientos, le acusaron de haber escrito esta novela por orden de los ingleses. El texto fue prohibido y el autor abandonó su carrera diplomática en el Ministerio de Exteriores iraní y participó activamente en la oposición política al régimen islámico.
Hay expresiones propias del libro que han pasado al persa coloquial y aún se utilizan
hoy en día como por ejemplo llamar a alguien «Tío Napoleón» (persona que cree que los extranjeros son los culpables de los males de Irán) o «Ir a San Francisco» (practicar sexo).
La serie de televisión inspirada en la novela tuvo un éxito arrollador y contribuyó a fijar a los personajes del libro en el subconsciente iraní. Divida en 18 episodios, la serie se repuso año tras año, hasta que la Revolución Islámica de 1979 la prohibió y nunca se ha vuelto a emitir. Al tratarse de un libro y una serie de culto, no es difícil encontrar ediciones pirata.
La obra cuenta con un prólogo de Nazanín Armanian, autora de El
islam sin velo, Irak, Afganistán e Irán: 40 respuestas al conflicto en Oriente Próximo y Al gusto persa. Ha editado también varias antologías de cuento persa.
Artículo en The Guardian de la conocida autora iraní sobre Mi tío
Napoleón, el divertido y ácido retrato de la sociedad iraní.
Mi tío Napoleón desmiente la adusta imagen del
Irán moderno, y explora una cultura rebosante de
humor e ironía, de sensualidad y ternura. (…) La
introducción más perfecta al pueblo iraní.
Imaginemos que estamos atareados creando una
lista de lectura (muy necesaria, por cierto) para
los expertos y analistas que desean estudiar Irán.
Por mi parte, yo pondría Mi tío Napoleón en un
lugar muy alto y apreciado de esa lista. La
primera razón es que es una lectura que vale la
pena. Y desde un punto de vista práctico, ofrece
al lector –con su deliciosa y encantadora forma de
ser políticamente incorrecta– una importante
panorámica de Irán: de su cultura y tradiciones,
de los conflictos actuales y su historia, así como
de su paradójica relación con Occidente.
Mi tío Napoleón desmiente las imágenes adustas
e histéricas de Irán que han dominado el mundo
occidental durante casi tres décadas. En muchos
sentidos, esta novela representa las voces
enmudecidas y confiscadas de Irán, y revela una
cultura repleta de sentido del humor y de ironía,
así como sensualidad y ternura. La propia
estructura de la novela, su utilización de la farsa,
y su honesta y entretenida investigación del amor
y del erotismo van en contra de cualquier doctrina
fundamentalista o puritana, sea o no islámica.
La novela bebe de una importante tradición
literaria iraní, que se remonta al menos 700
años, hasta llegar a la poesía satírica de Obeyd
Zakani. Desde principios del siglo XX algunos de
los mejores escritores y poetas iraníes han
empleado la sátira y la farsa para articular los
dilemás del Irán moderno. (…)
Mi tío Napoleón es la historia de un hombre
patético y patológico, que a causa de sus
fracasos en la vida real, gradualmente se
convence de ser un trasunto de Napoleón, y de
que existe una conspiración británica que quiere
destruirle. El libro arraigó con fuerza en el
imaginario colectivo iraní, desde su publicación en
1973: ha vendido millones de ejemplares y se
hizo una adaptación televisiva que tal vez sea la
serie más popular jamás vista en la historia del
Irán moderno. Prohibido por los censores de la
República islámica en 1979, tanto el libro como
la serie de televisión circulan de forma
clandestina.
(Pueden verlo en Youtube:
http://www.youtube.com/watch?v=brH4oQZFcDg&feature=rec-LGOUT-exp_fresh+div-1r-1-HM
http://www.youtube.com/watch?v=yQ-erRizfrY&feature=related
http://www.iranianuk.com/article.php?id=14686
…Aunque la naturaleza del libro no es política, sí contiene una carga de profundidad política muy subversiva, pues describe una cierta actitud y
mentalidad muy reconocible. Su protagonista es un personaje incompetente y de estrechas miras, que culpa de todos sus problemas y su insignificancia a una entidad todopoderosa, que en el caso del Tío Napoleón es el Imperio
británico. (…) Este tipo de persona se encuentra en todo el mundo, y en todas las clases sociales.
En Irán, por ejemplo, como el autor Iraj Pezeshkzad ha señalado, esta actitud no se limita a la gente de la calle sino que de hecho es más habitual entre los miembros de la así llamada élite política e intelectual.
En Mi tío Napoleón (…) la tensión entre realidad y
ficción es parte integral de la trama de la historia.
El conflicto entre lo que existe y lo que se imagine
conforma a los personajes y a sus relaciones. La
resolución tragicómica descansa en la manera en
que se resuelve dicha tensión, pero lo absurdo de
los acontecimientos que nos lleva a reírnos con y
de este personaje ficticio puede convertirse en
fuente de mucho sufrimiento si se traslada a la
vida real. El Tío Napoleón de Pezeshkzad sólo
puede ejercer sus mezquinas tiranías en su
propia casa, pero hay dictadores mucho más
terribles que disponen de mayor poder que él
para perjudicar a los demás.
Cuando aún vivía en Irán, a veces me parecía que Mi tío Napoleón predecía y articulaba, en el marco de una farsa cómica, algunos de los cambios en la mentalidad de los gobernantes de la República islámica. Como todos los sistemas totalitarios, el gobierno iraní se alimenta y crece
con la paranoia. Para justificar su existencia, el régimen optó por sustituir la realidad con su propia mitología fabricada. Así, el régimen islámico basó su justicia distorsionada en la lógica «tío-napoleónica», destrozando las vidas de millones de iraníes mediante sus leyes, el encarcelamiento, tortura y asesinato de todos sus enemigos, reales e imaginarios, acusándolos de
ser agentes del Gran Satán, es decir, de Estados Unidos y de sus aliados. El Tio Napoleón cree que el retraso del tren en el que viaja su sobrino forma
parte de un plan británico para hundirle; los guardianes de la moral en Irán creen que el pintalabios de una mujer o la corbata de un hombre son tretas imperialistas para destruir el islam.
La historia de Mi tío Napoleón transcurre en un
gran jardín y su complejo de patios interiores, de
tres casas pertenecientes a distintas ramas de la
misma familia: la del Tío Napoleón, la de su
hermana y su hermano llamado «el coronel»,
aunque la verdad es que se retiró de la vida
militar con un rango muy inferior. Un sorprendente
abanico de personajes que representan a
diversos estratos de la sociedad (inspectores de
la policía, oficiales gubernamentales, amas de
casa, un médico, un carnicero, un predicador
desquiciado, sirvientes, un abrillantador de
zapatos, y uno o dos indios) que desfilan por este
jardín, escenario de conflictos, maquinaciones y
líos de lo más cómico.
En el jardín la vida transcurre marcada por los
códigos y las regulaciones familiares y
jerárquicas: en las tres casas, las decisiones se
toman en consejos de familia, y las hijas se casan
con el consentimiento de sus padres. La
protección del «honor de la familia», en realidad
casi tan falso como las hazañas militares de
nuestro propio Napoleón, es de importancia
primordial, y exige un elaborado entramado de
mentiras y engaños. El Querido Tío Napoleón
maneja a toda su estrambótica y en algunos
casos rebelde familia con mano de hierro.
En este contexto, los personajes viven sin sentido
de la responsabilidad individual, puesto que ésta
se sacrifica en aras del bien común, y así todos
sus esfuerzos van encaminados a defenderse de
los efectos perniciosos de la locura del Querido
Tío. Mentir, por lo tanto, es una forma de vida, y
se justifica por el hecho de que decir la verdad
tiene consecuencias muy desagradables, incluso
fatales. La comunidad familiar, en definitiva, se
basa en una red de ilusiones y fantasías; sin
embargo el lector conecta fácilmente con estos
personajes profundamente frágiles y
humanos, cargados de defectos, y nos gustan
al mismo tiempo que nos reímos de ellos. Esto
se debe a la compasión con la que escribe
Pezeshkzad, especialmente en lo relativo al
Querido Tío Napoleón, que surge como una figura
tiránica y absurda, pero también vulnerable y casi
trágica.
El Querido Tío Napoléon y su paranoia son los
dueños del jardín, pero en un mundo tal que los
poderes invisibles desempeñan un papel aún más
importante que los que salen a la luz. No hay
ningún personaje británico, excepto por la
atractiva esposa del brigadier indio. Es
interesante la forma en que Pezeshkzad define la
presencia extranjera a través de su ausencia y de
las ansiosas fantasías de sus personajes. En el
libro hay referencias a tres países occidentales: a
los norteamericanos, que se les trata con cierta
ligereza y hasta amabilidad, pues en esa época
aún no se habían ganado el calificativo de Gran
Satán. Quedan inmortalizados en las palabras del
Tío Asadollah, el benévolo Don Juan del complejo
familiar, para quién «ir a San Francisco» es un
eufemismo del acto sexual. A lo largo de la
novela, Asadollah se pasa el día yendo y viniendo
de San Francisco, o a ves a Los Ángeles, y recomendando encarecidamente a los demás que le imiten. En cuanto a los principales villanos, los
británicos, baste decir que mientras que hasta los
más humildes habitantes del Imperio no se
enteran, y menos aún les interesan, los galimatías
conspirativos del Querido Tío y de sus familiares, éstos a su vez no comen ni duermen pensando en los británicos. El hecho de que nuestro antihéroe
se identifique con un emperador francés, y
no con los muchos héroes nacionales de su propia patria, es una señal clarísima de su enajenación anti-británica.
Lo real y lo auténtico, lo que verdaderamente
triunfa en esta sociedad corrupta y decadente, es el enamoramiento del protagonista de trece años
por su prima Layli, hija del Querido Tío. Esta historia de amor es una versión humorística de las
múltiples tradiciones de amores prohibidos al
estilo de Romeo y Julieta que se recogen en la literatura persa, como Vamegh y Azra, Viss y Ramin o Shirin y Frahad.
La obsesiva pasión del narrador por Layli le lleva a investigar las acciones de los demás miembros
de la familia en busca de información sobre su
amor. Para obtener unos preciados momentos a solas con ella, o impedir que se case con un despreciable primo, se ve obligado a espiar,
planear y conspirar, convirtiéndose en parte integrante de todas las peripecias que acontecen
en la familia. Desde la primera página, el amor
es objeto de su investigación. ¿Está realmente
enamorado? ¿Qué es el amor? ¿Por qué siente tantos tormentos? ¿Vale la pena? ¿Y qué diferencia hay entre lo que siente y lo que el desvergonzado tío Asadollah prescribe para casi
todas las enfermedades, es decir, el sexo? Así, la
obsesión del Tío Napoleón y la del narrador
avanzan en paralelo, pero mientras una es ciega
y se aleja del mundo, la otra abre los ojos de un muchacho de trece años y le ayuda a ir más allá
de los estrechos confines de su jardín. En más de un sentido, el jardín es un
microcosmos de la sociedad iraní, atrapada en
una severa crisis de identidad. La novela es una
reflexión sobre las consecuencias del dilema al
que se enfrentó la sociedad iraní desde mediados del siglo XIX, cuando Irán estaba en un período
de transición y a las puertas de la modernidad. Este período coincidió con el reinado de la dinastía Qhajar, y fue marcada por crisis
culturales, políticas, sociales y económicas responsabilidad de déspotas ineptos y corruptos y líderes religiosos igualmente reaccionarios.
Aunque Mi tío Napoleón es una novela que critica
la sociedad que describe, también es el mejor
reflejo de la complejidad, vitalidad y flexibilidad de
la sociedad y de la cultura iraníes. En última instancia, la novela cambia las tornas de la realidad que aparece en sus páginas. Nos
recuerda de forma sana y oportuna que los
persas, al igual que los británicos, pueden superar
sus defectos y sus fracasos gracias a los frutos de su imaginación, con sentido del humor y
autoironía. La mejor manera de derrotar la mentalidad de los Tíos Napoleón es reconocerla,
identificarla y recrearla mediante la ficción. Quizá sea bueno recordar hoy la urgente necesidad de que los amantes de los libros en
Inglaterra, Irán, Estados Unidos y el mundo entero conspiren, esta vez para unirse por encima de
diferencias nacionales. Seguro que las mentes
pequeñas se echan a temblar ante esa
posibilidad.