Proposal for Ground Zero
Nazanín Armanian

Público

“Nuestro compromiso con la libertad debe ser inquebrantable”. Así declaraba el presidente estadounidense al rechazar la oposición a la mezquita proyectada cerca de donde un día existió el World Trade Center.
Es aberrante que los fieles de un credo sean castigados por el mal que cometen sus correligionarios. Pero si a Obama le preocupa tanto el libre pensamiento, podría empezar aboliendo la prohibición que pesa sobre los comunistas en la solicitud del visado para su país.

Históricamente, Washington no ha tenido ningún reparo a la hora de aupar a los fundamentalistas de todos los credos, como el feudal reino saudí o los talibán. Es tal su afinidad con las corrientes  oscurantistas reaccionarias, que han llegado a derrocar regímenes laicos y suplantarlos con regímenes religiosos  a medida. La crisis con Irán, sin ir más lejos, es por la cuestión nuclear, no por la falta de democracia en aquella dictadura medieval.
Sería interesante saber qué piensa el presidente de aquel Imperio sobre las teologías de liberación.

Dicha polémica tiene poco que ver con la fe y mucho con el pulso entre magnates musulmanes, judíos y cristianos, que pelean por más cuotas del poder. El corazón financiero mundial necesita, más que nuevos templos, medidas para paliar el hambre que pasan tres millones y medio de personas de una urbe de ocho millones. El Banco de Alimentos neoyorquino calcula en unas 1500 los desposeídos que hurgan en las basuras de la Gran Manzana en busca de comida. Son parte de los 45 millones de estadounidenses menesterosos, un tercio niños y en su mayoría no blancos.

No conoce límites la generosidad de los políticos a la hora de ofrecer templos a los necesitados para que ahoguen sus penas en la esperanza de resucitar un día, y vivir la felicidad eterna. Así, gracias a los sermones, se resignarán ante las calamidades de un mundo desalmado. Sabrán que lo suyo es un designio divino, por sus pecados y no porque sus líderes los han arruinado y han quemando sus ahorros en guerras contra los pobres de países lejanos.

Decía Marx que la religión es la “conciencia invertida de un mundo invertido“. Invirtamos la propuesta y que se edifique en el lugar un centro de información alternativa para concienciar a los ciudadanos sobre la auténtica raíz de sus desgracias.