Publicado en El Mundo del 16 de septiembre de 2001

Hasan Sabbah (m.1098) es el fundador de una de las organizaciones guerrilleras más importantes de la Historia. La leyenda de la misteriosa y hermética secta de Hasaniyun, cuyo significado es «los adeptos de Hasan», mal traducido en las lenguas europeas como «los asesinos» o “los hashishiyun”, sigue despertando pasión hasta nuestros días, mientras el organigrama y los métodos que utilizaba siguen siendo modelos para las organizaciones idealistas político-militares.

H. Sabbah convirtió la montaña de Alamut, llamada El nido del águila, situada en el noroeste de Persia, en el centro de instrucción y entrenamiento de sus miles de adeptos, integrados en un ejército de milicias dispuestas a dar su vida para desalojar Irán de los ocupantes turcos y árabes y sus déspotas sultanes y califas. Lejos de ser jefe de un apandilla de asesinos, como divulgaron los cruzadas, Sabbah fue una fascinante mezcla de místico, sabio, estratega y revolucionario; este Robin Hood iraní, en su camino hasta convertirse en ídolo de los pueblos sometidos del Asia islámica, confiscaba los patrimonios de los pudientes para repartirlos entre los desheredados. Así consiguió crear una enorme y compleja red de contactos, espías, colaboradores y fedaines (activistas que entregan su vida por una causa).

Los métodos utilizados por los Hasaniyun en un principio eran pacíficos, aunque con el paso del tiempo y a causa de las represalias de los gobernantes contra sus ideas igualitarias, el movimiento abandonó su anterior postura conciliadora para hacer temblar el imperio islámico con los atentados ejecutados por un reducido numero de partisanos y partisanas (pues, fueron de las pocas corrientes islámicas que permitían la presencia de la mujer en su organización), aterrorizando a los monarcas y los sultanes.

Las veces que los magnicidios se ejecutaban en lugares públicos, (el caso del asesinato del rey abasidas Al Mostarshad en Isfahan), los fedaínes se suicidaban, clavándose una daga en el corazón, para no caer prisioneros. Otras veces – como el asesinato del gran visir Nezam ol Molk (m. 1092), asesinado en su propio Jaime) el terrorista tras cumplir el objetivo, se alejaba del lugar del crimen. Los atentados de los ismailitas eran muy selectivas, y nunca tenína como objetivo a la población civil, ya que su objetivo era difundir el miedo entre los políticos, para que respetaran los derechos de los pueblos no árabes bajo el imperio islámico. En una ocasión consiguieron entrar en el dormitorio de Sanjar Saleucida, el sultán otomano, clavando una daga en su almohada con una nota que decía “podríamos haberla clavado en tu cuello”. A partir de entonces el rey dejó de perseguir los.

EL PARAÍSO TERRENAL

Captar un nuevo activista empezaba por encontrar la persona adecuada y lograr su simpatía hacia la causa. Luego se le intentaba convencer de la necesidad de luchar por una sociedad justa, convirtiéndose en uno de los fedaines, mediante juramentos de sangre.

Una vez en el cuartel general de Alamut, a los nuevos simpatizantes les preparaban un banquete y les ofrecían una bebida, mezcla de leche con la mítica hierba Huma, no identificada hasta hoy por los botánicos , y hachís; así los invitados entraban en un dulce trance. Ese era el momento de trasladarlos al jardín de recreo, que Hasan personalmente había diseñado dentro de la fortaleza según la imagen del paraíso descrito en El Corán. Después Hasan, con su prodigiosa oratoria, les hablaba de la necesidad de un cambio social radical en favor de las masas populares como paso previo para poder disfrutar de un paraíso eterno.

Aunque “El viejo de Alamut” falleció en 1124, su organización le sobrevivió unos cuatrocientos años después.