Efecto mariposa de la revolución iraní

Dominio Público

Nazanín Armanian />
Treinta y dos años después de una revolución que derrocó al pequeño gran dictador Mohammad Reza Pahlavi, el servil ejecutor de las políticas de Washington en Oriente Medio, aún se siguen buscando respuestas que expliquen su sustitución por una teocracia oscurantista, que había llegada tarde a su cita con la historia. Que el Sha jugara a coleccionista de armas oxidadas de EEUU en la frontera de la URSS, mientras perseguía con su temible SAVAK a la totalidad de la oposición democrática y mantenía a la mitad de los propietarios de la segunda reserva del petróleo del mundo, pobre y analfabeta, creó el óptimo caldo de cultivo para gestar este tipo “bonapartismos”.

Era la primera vez en la historia de Irán que la casta clerical chiita saboreaba el poder político. Sorprendida, y al no tener un programa político y económico viable para un país desarrollado en el capitalismo, decidió llevar a cabo nada menos que una restauración religiosa. El que no lo consiguiera, más allá de la retórica, y la indumentaria de las féminas, para simular la sociedad  de la era del profeta Mahoma, llegó a decepcionar tanto al Ayatolá Jomeini que ante la insistencia de los trabajadores para realizar reformas llegó a decir “sólo los animales se preocupan por su estómago”.

Utilizó con habilidad la guerra con Irak, para entretener al ejército clásico en el frente, y crear otro fiel a su doctrina. Así, nacieron los Guardianes Islámicos, los paramilitares de Basiy (reclutas) y otras milicias, compuestas por excluidos sociales, oportunistas y el subproletariado que a falta de empleo en un país en guerra, se alistaron en las instituciones militares, religiosas y órganos policiales, beneficiándose de todo tipo de ventajas que permitían la renta del petróleo y la destrucción de la clase media.

El humo de la guerra irano-iraquí sirvió para aplastar cualquier voz reivindicativa campesina, obrera, nacionalista kurda, azerí o baluch, intelectual e incluso la de un Islam minimalista, defendida por los ayatolás Taleghani y Montazeri o el primer presidente del país, Bani Sadr. En la primera década, y tras ejecutar a unos 10 mil disidentes en nombre del Todopoderoso, había nacido un sistema político, asombrosamente parecido al nacional catolicismo, sujetado por unos tribunales que imitan a la Inquisición cristiana, donde el clero hace de juez y a la vez de fiscal. Hurgan  hasta en las mentes y en los sueños de los ciudadanos, cazando feministas, por pecadoras, montan ceremonias del “auto de fe” televisivas y lapidan a los seres humanos, para no quemarlos en las hogueras.

El autoritarismo laico del Sha fue sustituido por un totalitarismo religioso misógino, que no sólo es enemigo de los sindicatos y partidos políticos, sino que reglamenta el mínimo detalle del espacio privado de la gente, incluido el color de los zapatos y abrigos.

Con una estudiada apariencia austera y aspecto devoto, los actuales dirigentes confunden al observador simplista que les compara con la exhibición del lujo hortera del Sha. Así, ocultan la grave enfermedad  holandesa que padecen: la corrupción nacida de la renta del petróleo sitúa a Irán en la cola del ranking del informe de transparencia. Es anecdótico que la Ley del Trabajo lleve 20 años bloqueada por unos diputados cuyos hijos estudian en las mejores universidades europeas.

Con la llegada al poder de Ahmadineyad en el 2005, aumenta el peso de los militares en el santo triángulo que han formado junto con el clérigo y los bazaríes (burguesía comercial), en detrimento de los ayatolás octogenarios. Los Guardianes Islámicos controlan hoy el gobierno más rico de toda la historia de Irán, a la sombra de una cuarta parte de la población que vive debajo la línea de la pobreza, una inflación de 30% y una tasa del desempleo de 34%. Y prometen que este drama no cambiará el plan de construir 60 mil nuevas escuelas coránicas, mientras los terremotos siguen sepultando a miles de personas en sus chozas de adobe cada año.

¿Cómo puede un sistema que aplica un inaudito apartheid sexual, gobernar a una sociedad cuya dos tercera parte de sus científicos son mujeres?

El Movimiento Verde por los derechos civiles del 2009, que denunciaba el fraude electoral, el último intento del pueblo  para una transición pacífica hacia algo parecido a la democracia, fue ahogado en su propia sangre. ¿Motivos? Los propios líderes de las protestas, Hosein Musavi y Ayatola Karraubi, son del sistema; temían más a una radicalización de las manifestaciones que a la represión del núcleo duro del régimen; a ninguna potencia extranjera le interesaba un cambio violento en un país como Irán, en el medio de la crisis económica. Barak Obama hizo lo mismo que hoy en el caso de Egipto: apoyar al régimen, a la vez que aplaudía a quienes le desafiaban. Bailar sin desmelenarse. Carecía de sentido, además, apoyar a unos reformistas que son antiisraelíes y están a favor del programa nuclear. Washington pretende debilitar a Irán, que no derrocar a la RI.

La durísima represión contra los críticos puso en evidencia que los nuevos tiranos no renunciarán a un poder que les ha colocado entre los hombres más ricos del planeta. Es así que Alí Jamenei, el jefe del Estado, pretende que su hijo Moytaba, un simple talabé (seminarista) ocupe su cargo, reservado a la máxima autoridad religiosa.

El efecto mariposa del Movimiento Verde alcanzó los países de Oriente Medio, temblando la columna de las dictaduras más ancladas. Su aleteo volverá a Irán provocando tifones.

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