Nazanín Armanian

Público

En febrero del 2010 Sinn Fein, la izquierda abertzale y el Partido de la Sociedad Democrática de Kurdistán de Turquía debatían en Venecia las posibles salidas a los conflictos nacionalistas de sus países. Mientras Irlanda lo consiguió y España está en ello, la aviación turca e iraní sigue bombardeando los refugios de los grupos armados en el Kurdistán de Irak (causando la huida de cientos de familias de sus aldeas), y en Siria es asesinado otro líder kurdo.

El pueblo más grande del mundo sin Estado propio, esparcido entre Turquía, Irán, Irak y Siria, sobrevive no sólo a una limpieza étnica sistemática debido a su ubicación estratégica y sus inmensos recursos petrolíferos e hídricos -codiciados por los gobiernos nacionales, regionales y los colonialistas-, sino también a sus líderes, unos, reaccionarios y corruptos que se venden al mejor postor, otros que desde su incompetencia, o de ambición por ser “cabeza de ratón”, le envían a batallas suicidas a cambio de nada.

En Irak, los caudillos kurdos fueron cómplices necesarios de la invasión de EEUU al país, por una autonomía que puede ser desmantelada una vez que las tropas de Obama se recojan. Los árabes sufrieron el salvaje bloqueo económico, que causó la muerte de millón y medio de personas, y también constantes bombardeos de los agresores durante doce años (desde la Guerra del Golfo Pérsico del 1991 hasta la invasión del 2003), mientras los kurdos miraban para otro lado, disfrutando del pequeño paraíso que estaban construyendo.

Bahman Ghobadi, el director kurdo-iraní del cine, justificó este hecho en su película “Las tortugas también vuelan” (2004), revertiendo el título de una fábula persa, cuya moraleja ignoró: de cómo se estrella el reptil que quiso irse de su inhóspito hábitat a un prado, volando con ayuda de dos patos y un palo. Sólo tenía que sujetarse a él con la boca bien cerrada, pero la abrió y se cayó. Las tortugas no vuelan y los pueblos atrapados en un medio hostil, deben buscar fórmulas viables y también honestas para sobrevivir en su realidad.

Bernard Lewis propone aplicar “Un pueblo, un Estado” al Oriente Medio, balcanizando países donde conviven decenas de pueblos desde hace miles de años, a sabiendas de que en esta estratégica región, la creación de nuevos estados depende más del capricho y de los intereses de las potencias que de los procesos internos de la concienciación de las propias naciones. Un Gran Kurdistán es un sueño como la paz, la democracia y el federalismo.

En su novela “Ajda y la nostalgia” Jaume Carreras narra el drama de una niña kurda afincada en Barcelona, que al igual que varios millones de sus compatriotas ha tendio que emprender un viaje arriesgado en busca de solidaridad para un pueblo olvidado que ansioso espera una conferencia internacional de paz.

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Para más información sobre la lucha kurda, os recomiendo , además del libro de Carreras, el de Manuel Martorell “Kurdistán: viaje al país prohibido” (Akal,2006), y el que yo misma publiqué en 2005 bajo el título de “Los kurdos: Kurdistán, el país inexistente” por la editorial Flor del viento.

Y también estas páginas: http://actualidadkurda.wordpress.com/category/manuel-martorell/

http://www.centrokurdistan.org/

http://www.nazanin.es/?p=5601