20 / 12 / 2011, Mike Brownfield
Un sábado a finales de octubre, en Kabul, Afganistán, un auto con explosivos se estrelló contra un bus blindado de las fuerzas armadas americanas, matando a 13 ciudadanos, incluidos cinco soldados y ocho del personal civil. En agosto derribaron un helicóptero Chinook en Afganistán, matando a 30 americanos. ¿Quién fue responsable? Los talibanes. ¿Y quién dice ahora que los talibanes no son el enemigo de América? El vicepresidente Joseph Biden.
En una entrevista con Newsweek, Biden expresó su visión —y la visión de la administración— de los talibanes :
Mire, los talibanes no son nuestro enemigo per se. Eso es muy importante. No hay un solo pronunciamiento que haya hecho nunca el presidente en ninguna de nuestras manifestaciones públicas acerca de que el talibán sea nuestro enemigo porque amenace intereses de Estados Unidos. Si finalmente los talibanes son capaces de hacer caer al gobierno vigente, que está cooperando con nosotros para mantener a raya a los malos y que no puedan hacernos daño, entonces eso se convierte en un problema para nosotros.
Por si hubiera alguna confusión sobre los comentarios de Biden, el vocero de la Casa Blanca, Jay Carney, entró al asunto ayer para clarificarlo, quejándose de que lo que dijo el vicepresidente fue “tomado fuera de contexto”. Su mensaje subyacente, sin embargo, era esencialmente el mismo que el de Biden, que los talibanes no son el enemigo de Estados Unidos:
Y sobre lo que reflexionaba el presidente era que —y esto está relacionado con el proceso de reconciliación que estaba comentando—… es que los talibanes, per se —aunque estamos combatiéndolos—… no es la eliminación … la eliminación de los talibanes no es lo principal aquí.
¿Necesita un breve refresco de la historia, Sr. Vocero? ¿Sr. Vicepresidente? En los pasados 10 años Estados Unidos ha librado una cara guerra en Afganistán con el propósito de destruir a al-Qaeda, erradicando el régimen de los talibanes que dieron refugio a la organización terrorista y creando una democracia viable en ese país. Durante demasiado tiempo, al-Qaeda había operado desde Afganistán con impunidad. Osama bin Laden formó alianza con los talibanes, sus fuerzas se entrenaron con fuerzas de los talibanes y su relación con el líder de los talibanes, el mulá Omar, se acrecentó. Después de que a bin Laden y sus afiliados se les encontrara responsables de los ataques a las embajadas americanas de 1998, los talibanes se rehusaron a conceder la extradición de los agentes culpables a Estados Unidos, alegando que “sin ninguna evidencia, bin Laden es un hombre sin tacha alguna… Es un hombre libre”. Mientras tanto, bin Laden alababa a los talibanes como el “único gobierno islámico” que existía y alababa al líder de los talibanes.
Que no haya ninguna duda, bin Laden y al-Qaeda utilizaron Afganistán como base de ataque contra Estados Unidos y fue una plataforma de lanzamiento de los ataques del 11 de septiembre, tras los que el presidente George W. Bush declaró que en la guerra contra el terrorismo la neutralidad no es una opción y o se está “con nosotros o contra nosotros en la lucha contra el terror”.
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