Nazanin Armanian
Público

Adicta a un desmesurado consumo de energía muy por encima de sus posibilidades, Europa continuará siendo esclava de Rusia. El megaproyecto Nabucco (nombre del rey de Babilonia que apresó a los hebreos en el siglo VI a. C.), que debería constituir la alternativa de las fuentes y rutas rusas, se desmorona.

El plan, impulsado por EEUU –que pretendía debilitar la posición de Moscú y obstaculizar el acceso de China al gas centroasiático- y presentado por la Comisión Europea en 2009, con un coste inicial de 8.000 millones de euros, recogería el gas de Turkmenistán, Irán y Azerbaiyán y a partir de 2014 abastecería a Turquía, Bulgaria, Rumania, Hungría y Austria. Así se anularía el gasoducto ruso “Torrente Sur” que suministra a Grecia, Eslovenia, Alemania y Francia sin pasar por Ucrania, castigada por exigir más comisión por el peaje y por arrimarse a EEUU. Para que Turquía resista las presiones de Washington y acepte ser la ruta distribuidora, Rusia le ha regalado el gas hasta 2025.

 

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El primer golpe a Nabucco vino de sus propios padrinos con la exclusión de Irán, y el segundo fueron las amenazas militares del Kremlin a Turkmenistán y Azerbaiyán (ambos aliados de EEUU en la actualidad) que les obligaron a descolgarse del proyecto. Para evitar fugas Rusia, China, Rusia e Irán compraron toda la producción gasífera de Turkmenistán de los próximos 25 años.

Así que Nabucco señaló como fuente a Irak, que no puede llenar ni la mitad de las tuberías. La empresa alemana RWE ha firmado un acuerdo con el Gobierno Regional de Kurdistán para explotar los campos de Kirkuk sin permiso del gobierno pro iraní de Bagdad, catalizando el proceso de desintegración del país invadido y saqueado.

Alemania abandona Nabucco. Opta por su seguridad energética y por llevarse bien con Moscú en vez de secundar aventuras de finales inciertos. Es más, se ha unido a Rusia a través del mar Báltico con el gasoducto “Torrente Norte”, en funcionamiento desde hace unos meses.

Alemania garantiza su seguridad energética llevándose bien con Moscú en vez de secundar aventuras de finales inciertos: ya recibe gas a través del mar Báltico con el gasoducto “Torrente Norte”.

El fiasco del intento del Occidente de hacerse con las reservas de Asia Central se remata con la pérdida del “Gran Juego”, al no poder construir el ducto transafgano, que extraería el gas del Caspio sin usar rutas rusas e iraníes. India y Pakistán, cansados de esperar esta alternativa y a pesar de romper el acuerdo del gasoducto Paz con Irán, siguen siendo clientes de los persas.

Rusia para consolidar su hegemonía energética no ha vacilado en debilitar a su mayor rival, Irán, votando las sanciones de la ONU contra su vecino, mostrando su miopía política al tener a la OTAN en sus puertas si al final hay guerra.

La batalla de los gaseoductos, continúa.