Nazanin Armanian

Para el diario Público

2009
El drama vivida por la niña hispano mauritana, casada forzosamente a los14 años, es la punta de iceberg de los matrimonios acordados entre los adultos al margen de los sentimientos y la voluntad de las niñas. Otro mal inherente al modelo de familia patriarcal, no participativa y basada en el poder físico de hombres sobre las mujeres y de adultos sobre los menores.
El matrimonio infantil, legitimada por la mayoría de las religiones, es otra formula la explotación sexual de la mujer y un sutil método de restringir su libertad para arrebatarle el derecho de amar y decidir su futuro desde la infancia, y afecta de cientos de millones de menors de 15 años en todo el mundo. Sin capacidad para negarse son carne fresca para el goce de los hombres, tan acostumbrados a sus privilegios, que les sorprende la reprobación de una sociedad que se rebela ante tal hecho.
El principal motivo que empuja a los padres a lanzar a sus hijas a ese infierno es restar una boca para alimentar; pues las mujeres son seres improductivos y cuya función es procrear y cuidar al varón. Una estrategia de supervivencia familiar que será ventajoso para la hija: tendrá marido que le mantendrá. Otras veces es una transacción económica, aunque e todos los casos, la integridad de ella está al merced de capricho del nuevo adquisidor.

 

 

La obsesión generalizada por preservar la virginidad de las niñas supera el origen económico de estas uniones: En un mercado de sexo donde la mujer se ha cosificado, ella tendrá más precio si es de primera mano. Los padres intentan librarse cuanto antes de la craga de vigilar a su hija cuya desliz o el convertirse en una “desvergonzada” justificaría su asesinato por recuperar el maldito “honor” manchado. Así, cuanto más niña más asegurada su pureza, su ingenuidad y su sumisión; la ignorancia equivalente a la virtud.

 

Una “virgen integral” apta para ser amoldada a las exigencias del dueño. Desposada por un hombre al que no ama y además es mayor que ella, aumenta su vulnerablilidad a los abusos. Rasgos de colectivos sexualmente desequilibrados, donde el delito y el pecado se funden, y el deseo y el amor libre son perversidades. Cuerpos inmaduros que pronto incuburán criaturas con riesgo a morir; embarazos que cebaron, el año pasado, con la vida de unas 200.000 menores.
La relación sexual entre un adulto y un menor es violación, es pederastia. Ninguna tradición puede justificar el dolor que unos causan sobre el cuerpo de otro  ser.