Nazanin Armanian

Publico.es

 

Mi hijo de 26 años tuvo su último aliento en sus tiendas enmohecidas y cerró sus hermosos ojos a sus abominantes e injustas políticas”.

Así se dirige a las autoridades australianas Fazileh Mansour, la madre del joven iraní Fariborz Karami que el junio pasado se quitó la vida en la cárcel-campo de refugiados de la isla Nauru. ¿Puede haber mayor dolor para una madre que perder a su hijo? Sí, tener su cadáver, como ella misma afirma, depositado en una nevera a unos metros de su tienda de campaña donde “vive” junto con su nuera-viuda en huelga de hambre desde el 15 de junio cuando encontró a Fariborz muerto en su tienda.

El joven iraní Fariborz Karami

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