Mehregan es un festival del zoroastrismo, que se celebra en honor a la yazata (ángel) Mitra -cuando Zaratustra le bajo de categoría divina a ser unA ángel más, responsable de la amistad, el afecto y el amor. 

 

El equinoccio de otoño, Mehregan «Día de la adoración de LA SOL», la divinidad de e amor y generosidad y agradecimiento,  es la segunda fiesta más grandes los iraníes, después de NOURIZ , que se celebra en el equinoccio de primavera.

Los pueblos que habitan Irán celebran desde hace miles de años, esta fiesta de origen agrícola. Y como ninguna gran celebración milenaria podría narrarse sin una bella historia, Ferdousi, el gran poeta iraní del siglo X y quien recuperó la mitología persa en la epopeya Shahnamé «El Rey de los Libros», esta historia de lucha patriótica y también de clase:

 … Érase una vez un monarca llamado Yamshid, que reinaba con justicia y sabiduría la tierra. Por ello, Izad, el dios de la Luz y del Bien, le bendijo y le premió, otorgándole la Farre Izadí la Gloria Divina. Para celebrar este acontecimiento, el rey Yamshid declaró feriado el primer día de la primavera, festividad a la que denominó Nouruz, término compuesto por la palabra nou, que significa “nuevo” y ruz que es sinónimo de “luz”, “claridad”.  El monarca tenía tan buen predicamento entre sus súbditos que desde que se autocoronó, la ciudad que los griegos llaman Persepolis, perdió su nombre original y pasó a ser recordada como Takht-e Yamshid, El Trono de Yamshid (aún hoy en día los iraníes siguen llamando a lo que del gran palacio de los emperadores persas, por este nombre). Pero poco a poco, la codicia y la maldad fueron adquiriendo más parcelas de poder en el alma y el corazón del soberano, hasta hacerle perder la conciencia. Así fue como el Yamshid terminó creyéndose un dios en la tierra. Delirio de amargas consecuencias:

Izad castiga al rey, retirándole la gracia otorgada en el pasado, circunstancia que aprovecha Ahrimán, el Señor de las Tinieblas y del Mal, para que la oscuridad y la injusticia cubran la tierra y la felicidad abandone el país de los iranios. Su estrategia fue ladina: Ahrimán se disfraza de un joven encantador y elocuente y se presenta ante el príncipe Zahâk, primogénito del rey de Arabia. El señor de las Tinieblas enciende la llama de la ambición del heredero al trono y le persuade para que asesine a su padre y le sustituya en el ono. Zahâk cae en la tentación y elimina a su progenitor, pero El Amo del Mal tiene nuevos planes para él: no es suficiente con reinar sobre Arabia, Zahâk debe atacar el reino de Yamshid y ocupar su trono.

 

Ahrimán parece haber encontrado un perfecto aliado en el nuevo y ambicioso rey, porque Zahâk consigue el objetivo y toma Irán. Es el momento propicio para que  El Mal ponga en marcha un plan destructivo de grandes dimensiones. Para ello, de nuevo toma la apariencia de un joven y se presenta en el palacio del monarca parricida, para deleitarle con su arte culinario, ofreciéndole los manjares más deliciosos procedentes de los cuatro mundos, de un modo en que solo él sabe hacer.

 El soberano que es seducido por el estómago, cae en la tentación y le contrata. Cada día, Ahrimán le prepara un plato que supera los límites de placeres gastronómicos. Zahâk está tan satisfecho de tenerlo en su palacio que un día le concede un deseo. Ahrimán, que lleva tiempo esperando este momento, le dice:

 

-     “¡Majestad! mi único deseo es que me honréis a permitirme besar sus hombros”.

 

Sorprendido por la sencillez de su deseo, el rey se lo concede. Ahrimán posa sus labios en los hombros del monarca y se esfuma, como por arte de la magia. Zahâk, que aun no ha salido de su asombro, se da cuenta, de repente, que en el lugar donde Ahrimán posó sus labios habían enraizado dos serpientes negras. Asustado y desesperado por lo ocurrido, convocó a todos los sabios y curanderos del reino, pero nadie supo cómo  arrancar aquellos horribles monstruos de sus hombros.

De nuevo es el turno de Ahrimán que vuelve a aparecer, haciéndose pasar por un prestigioso médico, para dar la solución, es decir, el último y definitivo paso de su plan:

 

-     “Para que no molesten al rey, las serpientes deben de ser alimentadas a diario con el seso de dos jóvenes sacrificados”.

 

A partir de este momento, el rey ordena detener cada jornada a dos jóvenes, matarles y, con sus sesos, mantener tranquilos a los reptiles. Un día, un herrero llamado Kâwé irrumpe en palacio, encabezando una multitud de personas airadas que protestan contra el genocidio de los jóvenes. Kâwé, que acusa al rey de ser un criminal y un déspota, exige una amnistía para el único hijo que le quedaba vivo, de los dieciocho que se le había arrebatado por los agentes  de aquel gobernante.

Asustado por la revuelta, el rey perdona la vida al hijo de Kâwé. El movimiento de protesta se calma pero no cesa, la larva de la revolución ha nacido y es imparable. Dos de los simpatizantes con la causa desarrollan un plan: irrumpir en palacio y salvar la vida de los jóvenes presos a su manera. Su primer paso es ofrecerse para trabajar en la canica real. Una vez allí, sustituyen cada día el seso de uno de los jóvenes por el de un cordero y liberan al agraciado.

Uno a uno, los afortunados muchachos huyen por la puerta trasera del palacio y se refugian en las montañas de Zâgrós. Con el tiempo, los jóvenes liberados crean un gran grupo que declara la guerra al malvado y cruel rey Zahâk. Pues, estos mismos jóvenes fueron los que crearon la gran etnia kurda.

El primer libro que recoge la historia del mitológico “Zahâk, el rey de hombres de serpiente” es el Avestâ, libro sagrado de los zaratustrianos. Más tarde, el poeta iraní Abolghâsem Ferdousi (s.X), lo incluye dentro de su obra maestra titulada Shâhnâmé, “El rey de los Libros”. Aunque Ferdousi no habla de un pueblo llamado Kord (kurdo en persa), apoda a los jóvenes guerreros con el término Gord, que significa corpulento, fuerte.