La actividad de los mataderos durante estos días ha sido frenética. Tenían que acabar con la vida de  cientos de millones de animales, apresados en el mar, aire y tierra, para enviar sus cuerpos a los banquetes navideños (¡Nada que ver con la mesa de la última Cena!), después de pasar un calvario en los campos de concentración,  en los corredores de la muerte y en los propios mataderos, sin duda uno de los lugares más terroríficos que existe en nuestro planeta, ocultados conscientemente del ojo público.

Para los creyentes de las religiones semíticas (judaísmo, cristianismo y el Islam) la vida de un animal y un ser humano debería tener el mismo valor. Así se percibe en la Génesis 22:7, cuando narra que Dios al ver que Abraham, el patriarca de los tres credos, realmente estaba dispuesto a degollar a su hijo Issac y quemarlo en la hoguera —solo por complacer al Dios— (hoy, estaría en la prisión por fanatismo, intento de asesinato con premeditación, con agravante de parentesco), éste le envió un pobre cordero para que fuese sacrificado en lugar de Issac. De allí la fiesta del “Sacrificio” de los musulmanes, en la que matan a millones de inocentes ovejas, actuando en contra de la compasión con los animales que se predica en sus sociedades. Cierto, los propios textos sagrados están llenos de contradicciones: “Misericordia quiero y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes” (Mateo,12:7) aparece junto a la apología del especiamos, afirmando que todas las seres vivos están al servicio de la especie humana, para describir páginas después el estado de un paraíso en cuyos manjares prometidos, no hay carne.

Si Jesús pertenecía a la secta mística de los esenios, era vegetariano, de cuerpo y alma limpios de crueldad, al igual que los cátaros, seguidores de Mani, que practicaban la compasión con los animales y se abstenían de matar y comérselos. Lo mismo que hacen otras fes como el janismo, el zoroastrismo, el budismo y el sufismo del Islam. Los judíos que se abstienen de comer carne, lo hacen por coherencia religiosa: la carne nunca podrá ser kosher, “correcta, pura”, ya que es casi imposible eliminar la sangre completamente de los vasos más pequeños.

En EEUU, un año más, se repitió el espectáculo macabro en la Casa Blanca en el que el presidente del turno debe indultar o enviarlo a la cinta eléctrica a un pavo aturdido y aterrorizado.  22 millones de estas hermosas aves son matadas, víctimas de la gula, crueldad y decadencia moral del ser humano. En este país, durante las Navidades se masacra a unos 4 millones de zorros y visones para abrigos de pieles,  a 4 millones de cerdos y corderos, y buena parte de los 6 mil millones de pollos que se comen al año. En dos semanas se arrancaron 33 millones de árboles, destruyendo ecosistemas, llenando los vertederos, y arrastrando la ética e inteligencia humana por los suelos (Ver: Los lunes sin carne. PACMA ).