Nazanin Armanian

Publico.es

“¡Asesino, torturador, ladrón, corrupto, misógino, pirómano, belicista, mentiroso y estafador!” Así son definidos los candidatos a ocupar el sillón presidencial de la República Islámica (RI) no sólo por las fuerzas de oposición (todas ilegalizadas) sino por los propios candidatos, que en una lucha encarnizadas han aireado los trapos sucios de su rival ante la mirada de los ciudadanos, que estupefactos son testigos de una nueva fase de la atomización de la RI, cuya instalación en 1979 puso un penoso fin a una grandiosa revolución progresista, por la justicia social, libertad e independencia del país.

Para descifrar los entresijos de esta campaña, su significado para la sociedad iraní y su lugar de Irán en la escena internacional, hay que tener en cuenta los siguientes datos:

La RI que no es una república donde los ciudadanos son iguales ante la ley, sino una versión singular de Apartheid con la venia de Dios, en el que, por ejemplo, no pueden presentarse como candidatos en las elecciones presidenciales:

  • La mitad de la población, o sea, las mujeres;
  • Las minorías religiosas, entre ellos los 18 millones de musulmanes sunnitas baluches, kurdos, turcomanos, árabes, persas, así como los cristianos, judíos, zoroastrianos, budistas y bahaíes;
  • Los no creyentes y ateos;
  • Los críticos, disidentes políticos, cientos de miles de ex presos políticos, y los actuales activistas encarcelados, que llevan varias semanas en huelga de hambre, entre ellos Atena Daemi, condenada a 11 años por criticar la pena de muerte que cada día arranca la vida de unas 3 personas, incluidos los menores. O la pintora Atena Farahani que cumple una condena de 14 años por una ilustración satírica sobre las autoridades, o el clérigo Hosin Brouyerdi  que lleva 11 años encerrado por denunciar el abuso de la religión por los hombres de sotana que gobiernan el país.

 

El candidato, además de ser hombre y chiita deben ser leal al “líder” Ayatolá Alí Jamenei, que ocupa el cargo inventado por Jomeini del Welayt-e Faghi (Tutela del jurista islámico). Él es designado por una élite religiosa afín, que no por los ciudadanos. y ostenta los poderes de un monarca absolutista: el ejerce todos los poderes, determina la política exterior e interior, y tiene facultad de vetar las decisiones de los órganos electos, como la Presidencia y el Parlamento, e incluso suspender dichas instituciones. El presidente debe ejecutar sus órdenes, y responder ante él que no ante los ciudadanos.

Los candidatos pertenecen a las facciones y familias de la RI, y se agrupan en los partidos religiosos-chiitas. Los partidos políticos, cuya función es representar los intereses de distintas clases sociales, están prohibidos, entre los cuales están: el partido Tudeh (comunista, fundado en 1920); el Partido Democrático de Kurdistán (1945), y otros partidos de las minorías étnicas que componen hasta el 55% de la población iraní donde los persas son la minoría mayoritaria; la Organización Democrática de la Mujer Iraní (1951) cuya dirigente Maryam Firuz, condenada a muerte por el Sha, pasó 9 años en la cárcel y 13 más en el arresto domiciliario hasta su muerte en 2008; el Frente Patriótica, fundado por el Primer Ministro Mosadeq, el artífice de la nacionalización de la industria petrolífera en 1952; La organización islamista de Muyahedines de Pueblo (1965), y la organización socialista de Fedaines del Pueblo (1971).

Así, los obreros, campesinos, estudiantes, y el resto de la sociedad iraní están convocados a votar que no a elegir a su representante.

 

¿Quién será el presidente?

Tanto Hasan Rohani como Ebrahim Raisí son  de derecha islamista, sacerdotes y hombres del sistema. Para este sufrido pueblo, la elección entre uno y otro -salvando las distancias- se asemeja a escoger entre Emanuel Macron o Marine Le Pen para los franceses, y con un determinante matiz: que en la RI es el “Líder” y los guardianes islámicos quienes deciden sobre el nombre que saldrá de las urnas. No existe ningún mecanismo de control sobre las mismas, las papeletas, el recuento de los votos y su lectura. Con el recuerdo vivo del fraude electoral del 2009, el equipo de Rohani está en estado de alerta por el temor a otro golpe de Estado palaciego, ya que es el favorito de un 70% de los electores.

También están vigilantes millones de sus votantes, dispuestos a ocupar las calles, evitando el triunfo de Raisí, el hombre de la ultraderecha fundamentalista, respaldado por Jamenei y los militares, que tras acabar con los reformista, pretenden eliminar a los “moderados”. De allí, la amenaza de Jamenei de que aplastaría cualquier “tensión” durante y después del proceso electoral. Pero, Rohani no es fácil de roer: acusó a su rival de haber dirigido el comité de inquisición que en el verano del 1988 llevó a cabo la orden de Jomeini de ejecutar a 4482 presos político, en su gran mayoría marxistas. Pero, ha escupido hacia arriba: su propio ministro de Justicia, el ayatolá Pur Mohamadi formaba parte de aquel “Comité de Matanza”.

Así, las elecciones en Irán sirven para tres cosas: que el pueblo conozca las maneras de ajustar cuentas con el poder; que sea la única oportunidad de que puedan echarse a las calles, puesto que es ilegal manifestarse contra los representantes de Alá en la tierra; y para que la RI se presente ante el mundo como una república democrática.

Según la prensa oficial, la mitad del electorado está indeciso, y un tercio no va a votar. La mayoría de los partidos de la oposición han pedido el boicot, entre ellos el partido Tudeh, y los seis partidos kurdos; argumentan que la jugada de la RI de forzar al pueblo de elegir entre “el mal y el peor” es una habitual artimaña del poder para bajar el nivel de las reivindicaciones populares y sacar rentabilidad de su desesperación, colocándoles entre la espada y la pared.

 

Economía: el telón de Aquiles de la RI

El desempleo del 31% de los jóvenes, y la pobreza del 45% de la población (ambos datos oficiales) y el incesante cierre de talleres y fábricas es la principal preocupación de todas las facciones. Al reducirse la amenaza de un ataque militar de Estados Unidos, el temor al estallido social pone en peligro a la RI. La propuesta de Rohani es reducir el gasto en ayuda directa a los necesitados para invertir en los proyectos estructurales (¿por qué no lo hizo en su mandato?). Mientras Raisí, como buen clérigo que es, ofrece limosnas en efectivo a los pobres, y de allí no sale.

Que la economía de Irán no despegue no es por falta de inversiones extranjeras (debido a las amenazas de Trump y la incertidumbre que genera su estrategia respecto a Irán), que a pesar de la renuncia de Teherán al programa nuclear, no llegan como se esperaba. El salvaje neoliberalismo, unido a una corrupción monumental, un sistema político medieval que pide ser islamista y leal al régimen para ocupar un puesto de trabajo, así como el dominio de los militares –como denuncia el mismo presidente de la RI-, impiden que el pueblo, el verdadero dueño de la primera reserva mundial del gas y la cuarta de petróleo, viva dignamente.

La cúpula militar controla el ministerio de Petróleo, el de Seguridad y el de Cultura, y la Radio Televisión pública, entre otras instituciones. El presidente Rohani (al igual que Ahamdineyad) ha sido criticado por beneficiarse de las sanciones económicas y buscar la guerra con Estados Unidos para asaltar también al poder político. En 1992 la RI reformó la Constitución para privatizar las empresas nacionalizadas al principio de la revolución del 1979, cediéndolas al clérigo y los militares.

De hecho, los 45 mineros que murieron en una explosión de mina de carbón, el 2 de mayo trabajaban en la mina propietaria de basiy «Reclutas» (grupo paramilitar creado a la imagen de los “camisa negras” italianos), según la denuncia de Rohani.

Allí no sólo el nivel de seguridad era cero, sino que varios de los fallecidos no habían cobrado sus salarios desde hacía meses, y todos con contratos temporales. El régimen mientras se sienta en la mesa para negociar con Estados Unidos, el antiguo Gran Satán, prohíbe los sindicatos y se niega a sentarse a escuchar a los trabajadores. Un gravísimo error de cualquier régimen que al prohibir los partidos y organizaciones que funcionan como intermediarios entre el poder y la ciudadanía, se tendrá que enfrentar con los trabajadores de forma directa.

 

Irán en los planes de Trump

Formar un equipo cuyo principal rasgo es ser iranófobo, o elegir como destino de sus dos primeras visitas oficiales a Arabia Saudí (el mismo día de las elecciones de Irán) e Israel, y la creación de la OTAN árabe, es una advertencia a Irán. Trump  atiza el fuego de una guerra regional.  A Trump le da igual quien ocupe la presidencia en Irán ya que son los militares quienes deciden sobre la política exterior, el programa nuclear o la guerra en Siria o Irak .

La posibilidad de que haya una segunda vuelta en las elecciones presidenciales sirve a Jamenei para tomar la temperatura de la calle: a más presencia de los partidarios de Rohani, mayor probabilidad de que el actual presidente renueve el mandato, y se retrocedan los planes del “Líder” y su guardia pretoriana, ansiosa de enfrentarse a las tropas de Estados Unidos, aunque cueste la iraquización de Irán.