Nazanin Armanian

Publico.es

 

Turquía vuelve a invadir Siria, entrando en la ciudad asediada de Idlib, vecina del territorio kurdo-sirio de Afrín. ¿Pretende ocupar las tierras de la autonomía kurda? A pesar de recibir de EEUU la garantía de desarmar a los kurdos tras derrotar a Daesh, Ankara no se fía, sabe que ellos no van a entregar sus armas voluntariamente.

Rojava, el Kurdistán de Siria, es una pequeña sociedad de unos 2,5 millones de kurdos, árabes, turcomanos, armenios y chechenos, que desde el 2012 (cuando Bashar al Assad decidió jugar la carta kurda contra Turquía), goza de una autonomía dirigida por el izquierdista Partido de la Unión Democrática (PYD), próximo a PKK, y de la protección de EEUU. Desde entonces, cientos de voluntarios han acudido a Rojava para presenciar, construir o defender –al estilo de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española en 1937-, lo que consideran el “mayor proyecto libertario de este siglo”.

¿Un anarco-Estado?

Así de contradictoria se presenta la realidad de Rojava: un estado dirigido por un PYD libertario promueve concejos populares; declara la igualdad de los hombres y mujeres en cuanto al salario, testimonio y herencia; prohíbe la poliginia, y crea un sistema judicial propio. Pero, Rojava también cuenta con un gobierno central burocrático, un ejército y una fuerza policial -el Asayish «Seguridad» -, que consumen buena parte de las ayudas económicas que reciben; consagra la propiedad privada; aplica un sistema representativo basado en la división de la población en grupos étnicos y religiosos, desechando el concepto de ciudadanía (como lo hizo el colonialismo francés en el Líbano), y lo más desconcertante: en sus discursos, el énfasis de los líderes kurdos está en choque entre los “patriotas”, los “enemigos” -que no los “opresos”- y los “oprimidos”. Un “nosotros y ellos” ……….

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